La felizmente alargada sombra de Fargo
Por José Luis Vázquez
Tengan en cuenta que… A veces la hormiga se puede comer al elefante (bien puede ser esta la moraleja del cuento)
Da verdadero gusto en plena canícula toparse en la gran pantalla con una propuesta de las características, y calidad, de “Misterioso asesinato en la montaña”. Que, además, es divertida e intrigante de principio a fin.
Tal como me hago eco en el subtítulo de esta reseña, la sombra de la magistral y placentera “Fargo” es alargada y sigue extendiéndose en el tiempo hasta llegar a nuestros días. Al poco de aparecer ese ya referente de los geniales hermanos Coen, ya daría pie a títulos hoy en día un tanto olvidados, pero que, sinceramente, nada tienen que envidiar a su predecesora. Me refiero a los verdaderamente espléndidos “Un plan sencillo” de Sam Raimi y “La cosecha de hielo” de Harold Ramis. Cada uno de ellos con su propia personalidad, pero inequívocamente deudores en espíritu. A estos y a otros que ahora no voy a citar por no hacer este comentario en un listado interminable (de esos a los que los más veteranos lectores ya saben que soy afecto), se viene a sumar este otro francés de 2025, que muestra una ligereza, destreza y habilidad narrativa dignas de todo aplauso.
Algo a lo que contribuye un entorno rural determinado al que cuando hay gente con talento detrás de este tipo de proyectos saben sacarle adecuado rendimiento y resultados. Desde luego el porcentaje es muy elevado. Sin ir más lejos, de finales de 2024 es otra estupenda producción francesa en otro estilo, pero con ciertas características comunes, al menos rurales y detectivescas, “Cuando cae el otoño” de François Ozon. Disculpen tantas referencias, pero últimamente creo que me puede más mi veta divulgativa que la de crítico, pues esto último, al fin y al cabo, lo somos todos… con más o menor fuste. Aunque esto último poco importa, lo principal es posicionarse cada cual como espectador y no engañarse.
Su director, el también galo Franck Dubosc, tras “Sobre ruedas” y “Rumba terapia”, dos trabajos banales e inocuos pero visibles, firma su tercer largometraje mostrando un considerable salto cualitativo. Filma, focaliza y domina muy bien la puesta en escena. Y se maneja perfectamente por parajes boscosos.
Maneja con plena eficacia registros cáusticos y a intérpretes que se adaptan perfectamente a ese risueño y negruzco, incluso relajante, tono de comedia policíaca que mantiene en todo momento. Especialmente, aunque todos están estupendos, incluso los más episódicos, quiero destacar a Laure Camaly (intenten recuperarla en una serie tan destacable como “La confidente” o en la plausible y angustiosamente realista “A tiempo completo”), una émula, al otro lado de la ley, de aquella jefa de policía embarazada y parsimoniosa que encarnara en estado de gracia -esta actriz creo que siempre ha actuado así- Frances McDormand, suponiendo el primero de sus tres Oscar, la más laureada tras la imbatible Katharine Hepburn.
Por supuesto, el belga y veterano Benoît Poelvoorde (“Tímidos anónimos”, “El nuevo Nuevo Testamento”, “Los colores del incendio”) es también una pasada en la piel de Roland, ese mayor al cargo de tan peculiar gendarmería. A título de curiosidad, el firmante de esto, el citado Dubosc, es también el protagonista, Michel, el vendedor de abetos.
En una cartelera -entendiblemente, eh, el verano relaja neuronas, es un hecho, y la chavalería es la que continúa acudiendo masivamente a las salas- saturada de productos infantiles y juveniles, resulta de lo más refrescante disfrutar con algo que no resulta especialmente novedoso, que tal vez vaya a lo “seguro” (detallito “insignificante”… hay que tener talento para hacerlo) sin complicarse en exceso la creación, saludablemente excéntrica y que mantiene la atención en todo momento. No es poco, es más, diría que es bastante por no poder valorarla igualmente como mucho.
Por cierto, ese calificativo de “western rural” asignado por algún colega no le viene tampoco nada mal, pues ya saben que el cine actual, aunque siga avanzando, no deja de constituir un reciclaje de lo ya establecido. Es más, el cine de un elevado porcentaje (lamento generalizar, sé que no es justo) de quienes se empeñan en ser modernos e innovadores suelen en tantas ocasiones provocarme verdaderos bostezos… antes, ahora y siempre. Afortunadamente en cada generación se salvan unos cuantos de esos que van de epatantes.
El caso es que para rematar este afortunado cóctel también contribuyen lo suyo arbolitos de Navidad, niños disfuncionales, inmigrantes estoicos y osos amorosos que también tienen su breve protagonismo en este cuentecito nada amable, pero paradójicamente, de lo más tierno. Véanla y comprueben si están o no de acuerdo con esta aseveración. Si ya se les ha pasado en la cartelera, recupérenla cuando sea en la plataforma que la contrate. Para una tarde/noche otoñal relajados en el sofá viene que ni pintada.