Una nueva versión consistente
Por José Luis Vázquez
“Lo que busco es justicia, pero acepto venganza” (Haley Bennett)
Vuelvo al territorio cinematográfico más querido de mi niñez, de mi juventud, de mi madurez, el de siempre con este “remake” vistoso, entretenido, aceptable del justamente celebérrimo western clásico de 1960, que a su vez también lo era de esa obra cumbre, fundamental del Séptimo Arte que es “Los siete samuráis” de Akira Kurosawa. Aunque les confesaré una cosa, una pequeña herejía cinéfila, al igual que Garci considero que la obra de Sturges es incluso superior a la del maestro japonés, o si prefieren mejor, a mí me gusta más.
Esta otra que ahora me ocupa emprendida cuarenta y cinco años después por el director afroamericano Antoine Fuqua es más una puesta al día que una reescritura del referente nipón o que el de su compatriota John Sturges. Y lo hace tirando de oficio de pistolero curtido a la hora de utilizar la cámara, mostrando su maestría para la acción más enérgica, manejando códigos masculinos y reflejando una violencia extrema, contundente. No se olvide que este señor ha puesto su firma a películas tan estimulantes, briosas y movidas como “The Equalizer” (y sus dos secuelas), “El rey Arturo”, “Los amos de Brooklyn” o “Lágrimas del sol”. Y me dejo otro buen puñado de títulos apreciables.
Posee un comienzo brillante y un clímax final avasallador, apabullante, en el que se impone más la acumulación (casi se matan a más que en toda la extensa y sanguinolenta guerra de Vietnam) que la verdadera mítica que exudaban por todos sus costados sus antecesoras. Cumple con limpieza su cometido, pero sin pasión ni destellos de genialidad.
Tampoco el guion muestra algún signo distintivo. Fabricado a cuatro manos, pueden un poco más las dos de Richard Wenk, hacedor igualmente de la fallera y paródica “Los mercenarios”, que las de Nic Pizzolatto, el brillante libretista de “True Detective” (el de la 1ª temporada, pues la 2ª experimentaría un bajón).
Hay algunos que han querido ver una lectura política de la situación actual que atraviesa Estados Unidos. No creo que haya sido algo buscado por sus autores, pero no es descabellado establecer el símil entre ese cacique/magnate minero, símbolo inequívoco del capitalismo más salvaje, con el actual inquilino de la Casa Blanca, que en el momento de esta producción vivía su primer mandato.
Cada época transmite en muchas ocasiones las tensiones o la realidad existente que se vive fuera de la pantalla. En este caso no creo que haya habido mayor intencionalidad, aunque ya saben que las películas una vez sacadas a la luz son interpretadas por cada uno de nosotros cómo nos parece. Como debe ser, por otra parte, pues una vez que salen del regazo de sus creadores pertenecen ya al espectador.
En lo que sí hay un claro signo de corrección es en la multiculturalidad de estos actualizados mercenarios: afroamericano, indio, asiático y hasta una mujer también participa del festín balístico. Supongo que aquí resulta meridianamente clara la intencionalidad, hasta el punto de no resultar fácil de creer que alguien como Denzel Washington pudiera comandar un grupo de estas características en aquella época. Pero ello no tiene porqué ser nada reprochable, a condición de estar bien expendido.
Sí, en cambio, noto arritmias durante su extenso metraje -140 minutos-, alguna bajada de interés, dentro de un tono medio correcto, sin duda atractivo en lo concerniente a su factura visual. No hay que olvidar que Fuqua antes de dar el salto a Hollywood había sido un avezado realizador de vídeos musicales.
También se maneja bastante bien trabajando con actores, en especial con Washington y Ethan Hawke, con los que coincidiría en su opera prima, ese estupendo policial titulado “Training Day (Día de entrenamiento)”, lo cual supuso un Oscar para el primero. La química entre ellos vuelve a funcionar moderadamente bien. Pero el que más me gusta del amplio reparto es Chris Pratt (“Guardianes de la galaxia”) como un seductor jugador y tramposillo hasta las últimas consecuencias.
No quisiera olvidarme tampoco de la chica, la emergente Haley Bennett. En el momento de su estreno manifesté que es posible que diera que hablar en un inminente futuro. Desde luego el año que vio la luz este western dio un golpe de mano con cuatro apetecibles papeles, entre los que aparte de este figuraron “La chica del tren” o los últimos trabajos de Warren Beatty y Terrence Malick.
Todos ellos se encuentran cobijados por la banda sonora de James Horner (“Titanic”… por citar tan solo una de sus decenas y decenas de ilustres composiciones) en el que sería su postrer trabajo, justo antes de fallecer en un accidente de aviación. También destaca y acoge la fotografía funcional, hiperrealista por momentos, de Mauro Fiore.
Al final, lo que se cuenta es una historia de honor, de ajuste de cuentas, venganza, redención, respeto y justicia… aunque sea la del revólver.
Un detalle: agradezco que con los títulos de crédito finales comiencen a escucharse los primeros compases de la mítica partitura original de Elmer Bernstein, esa que acompañaría durante una buena temporada el anuncio de Marlboro. Bonito y oportuno homenaje… y emotivo.