Amable autismo
Por José Luis Vázquez
Como puede que ya sepan cinéfilos y espectadores en general, y si no aquí está el menda para volver a decirlo, en el cine estadounidense (norteamericano o americano, cualquier opción que elijan es válida, aunque puede que algún “pureta” se ponga un tanto propio con la tercera) se suele denominar como “feel good movie” a películas del tipo de “Wolfgang (Extraordinario)”. Es un término aplicado a aquellas propuestas que abordan asuntos delicados, así suele ser, pero se lleva a cabo de una manera acogedora, afable, de buen rollito vaya.
Doy siempre por supuesta que su intención es la de transmitir al espectador una sonrisa o rictus cordiales durante y una vez finalizada su proyección. Tratar de dejar buen sabor de boca pese a la aridez de lo expuesto. Manifestar positividad, indistintamente de que les pueda enganchar más o menos, aunque habitualmente suele provocar lo primero, pues ya la propia denominación así lo indica.
Aquí nos encontramos con una historia planteada, resuelta y rematada sencillamente, lo cual no quiere decir que ello sea peyorativo, ni mucho menos, ni constituya tampoco desdoro alguno, pues ya saben que, en este tiempo, supongo que, en cualquiera de la Humanidad, los buenos sentimientos parecen cotizar a la baja… o si no, caen directamente en la ñoñería. Todo lo contrario, consigue dentro de un más que aceptable tono medio y agradablemente esponjoso, resultar accesible a cualquier tipo de espectador, al más sesudo o al que no se quiere complicar en exceso. Esa me parece una cualidad. Y, además, producciones de este tipo -ya lo he manifestado en numerosas ocasiones, pero nunca está de más recordarlo- contribuyen a nutrir la industria, a mantenerla y a otorgarle calorcillo.
Cuenta la relación paterno filial entre un crío autista que acaba de perder a su madre en una terrible circunstancia (o decisión propia) y un padre ausente que apenas había tenido contacto con él y que se muestra relativamente “bohemio” en su vida cotidiana. Seguramente su profesión de actor contribuya a ello, aunque nada más disciplinado que un profesional de la interpretación. Lo que sí se nota desde el principio es que no parece un mal tipo y que seguramente merezca la pena conocer.
Evidentemente, una premisa de este tipo podría haber dado pie a excesos varios o a quedarse demasiado corta, o a poder patinar al tocar un espectro (o trastorno neurobiológico por hacer una aportación un poco más científica) que se puede manifestar en diversas variantes. Precisamente su director, especialista principalmente en simpáticas tramas terrorífico-comediantes (“Malnazidos”, “Spanish movie” y la rescatable “Promoción fantasma”), Javier Ruiz Caldera, opta por un adecuado registro apacible, por no elevar el diapasón y narrar fluidamente esta peripecia vital de paulatino acercamiento -en esto no hay sorpresa alguna, lo cual no supone reproche alguno por mi parte-, entre sus dos protagonistas, unos verdaderamente creíbles y Miki Esparbé y el chaval Jordi Catalán.
Ofrece otro personaje que merece la pena ser tenido en cuenta, esa abuela encarnada por la veterana Angels Gonyalons, actriz curtida principalmente en las tablas y en el musical, porque muestra una actitud a la hora de relacionarse con su nieto, más bien de (no) informarle sobre algunos episodios de la vida por muy duros que estos sean, que es conveniente ser tenida en cuenta como motivo de reflexión. Ello se explicita y queda subrayado sobre todo en su resolución.
Lo que desconozco es hasta que punto recoge con fundamento (los críticos de cine estoy convencido de que no tenemos ni idea de la mayoría de temas que se acometen en lo que vemos) la cuestión de primera instancia y de fondo, pero lo que trasluce la pantalla me destila acercamiento sincero y desde luego cierta sensibilidad.
Y me queda medianamente claro que proporciona una buena forma de acercarnos a cuestiones que a muchos pudieran resultarles ajenas mediante un humor de sonrisilla y esa buena onda a la que me refería al inicio.
Se deja ver con agrado, desde luego así ha sido en mi caso. Y es que películas amables -y distraídas- como esta, cuya principal misión es informar entreteniendo (o a la inversa), poniéndonos frente al espejo, cumplen con aprobado su función.
PD: Si piensan ver la excelente y sórdida a más no poder “La chica de la aguja”, vean después o incluso antes este “Wolfgang”, ya que puede que les resulte un leve antídoto.