Destacable crónica sobre infiltrada y etarras
Por José Luis Vázquez
Coincidente en el tiempo con la modélica “La infiltrada”, tanto esta como “Un fantasma en la batalla” retratan a sendas mujeres admirables, una policía nacional y una guardia civil respectivamente, que “sacrifican” sus vidas en aras a derrotar a la inmunda banda terrorista ETA, salvando numerosas vidas y aquí en concreto desmantelando algunos de sus zulos más importantes.
Si tuviera que elegir, me decantaría por la obra firmada por Arantxa Echevarría, pero esta no la desmerece en absoluto. Ambas poseen una calidad pareja. Son buen cine, o al menos el que yo entiendo como tal. Y afirmo esto no porque la primera se adelantase en temática a esta otra firmada por Agustín Díaz Yanes, sino por méritos propios.
De facto, se ha convertido en mi segundo largometraje favorito suyo, tras el magistral “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” con unas portentosas Victoria Abril (la escena de la compra de la merluza completamente beoda ha quedado indeleblemente grabada en mi retina) y Pilar Bardem.
El “thriller” no le es ajeno al cineasta madrileño, pues aparte de estrenarse en 1995 con el ya citado “Nadie hablará…”, proseguiría en idénticos terrenos en 2008 con su secuela, la respetable “Sólo quiero caminar”.
También llevaría su rúbrica la un tanto farragosa y plúmbea adaptación de las andanzas del capitán Alatriste del gran Arturo Pérez-Reverte, uno de esos espíritus libres a los que cada vez aprecio más, sin que ello conlleve la obligatoriedad de estar de acuerdo con él permanentemente, pues qué espanto los pensamientos únicos y dogmáticos.
El caso es que el que supone su último trabajo hasta la fecha, bien podría haber sido considerado como thriller político, pero evita cualquiera esquirla en esa dirección y se ajusta a patrones tradicionales del género policíaco. En base a ello su protagonista, salvo en algún puntualísimo y fugaz aparte (con su pareja), es descrita principalmente en su faceta más estrictamente profesional por encima de la personal, aunque personal venga a serlo todo. Se ciñe a ir desvelándonos rigurosamente la mecánica de su misión sin apenas elementos de carácter emotivos o humanos (aunque el miedo prácticamente ineludible sí lo es, vaya que sí lo es). Para quienes la hayan visto, recuérdese que “La infiltrada” iba un poco más allá en este sentido, ofreciéndonos unos cuantos momentos en la que había una mayor implicación emocional, algún pasajero desplome. Como esa excelente secuencia de la bañera en la que Yuste acaba soltando entre sollozos toda su angustia acumulada.
Díaz Yanes opta por un punto de vista más desangelado, sin que ello conlleve nada peyorativo, ni vaya mucho menos en detrimento de su calidad. Sencillamente opta por ser más desapasionado y periodístico, salpicando su narración con imágenes reales, a modo precisamente de noticiario, de algunos de los asesinatos más mediáticos de la banda en el período en el que transcurre esta trama.
Estamos ante una crónica de hechos, de acontecimientos concatenados, con un carácter casi reporteril, lo cual le confiere su propia personalidad. No va a rebufo ni mucho menos de su antecesora, aunque en el fondo vengan a contar asuntos parecidos. Para ello se acompaña de una serie de imágenes de archivo insertadas con indudable habilidad y que sirven de importante soporte a la cronología de lo expuesto.
Eso sí, siempre poniendo el foco en todo momento en la peligrosísima labor de Amaia, la agente encargada de introducirse en ese terrorífico entorno descrito (al respecto, impone y hasta da casi pavor el personaje recreado con mucho acierto por Ariadna Gil) y facilitar información crucial para la detención de los terroristas y la desarticulación de sus refugios armamentísticos.
Y si Carolina Yuste ya ofreciera una interpretación sobresaliente, de esas que no se olvidan, Susana Abaitua sin llegar a su enorme altura y desde una contención plausible, aguanta perfectamente el tipo. No era fácil el envite, especialmente por la inevitable comparativa con un referente tan brillante y reciente en el tiempo.
Se nota además la holgura de medios, con hasta 70 localizaciones que contribuyen a hacer más atractivo y ameno tan opresivo relato.
Y está muy pero que muy bien, tal como reivindicara en la última ceremonia de los Goya la admirable productora guadalajareña María Luisa Gutiérrez, que se comience a abordar con más profusión -ya iba siendo hora, aunque existan antecedentes- argumentos de esta otra memoria igualmente histórica y lacerante, todavía muy presente en el recuerdo de tantos de nosotros
El cine español continúa ofreciendo cada temporada unas cuantas gratas sorpresas como ésta que no deberían perdérsela en su doble faceta, la de talentosa y entretenida (bastante) y en la de mostrar aspectos de nuestro pasado entre terribles y admirables… dado el valor y la generosidad de su heroína, aunque esos versos recitados de Yeats resulten atípicamente reveladores de su naturaleza. También es de lo más curiosa la utilización que se hace de grandes canciones italianas de hace unas décadas, entre las cuales figura alguna de la imprescindible y grandiosa Mina.
Aunque puede que no sea la favorita (para una considerable mayoría, entre la que no me encuentro, lo es “Sirat”), espero que acabe figurando en la terna final de los Goya como una de las mejores propuestas de la temporada. Para mí, a falta de estrenarse la aclamadísima “Los domingos” o “Los Tigres”, es una de las más relevantes autóctonas de este 2025 junto a “La buena letra”, “Una quinta portuguesa”, “Sorda” y “El secreto del orfebre”.