Terrible y sin embargo, esperanzadora
Por José Luis Vázquez
Una de las virtudes, y he de aclarar que contiene muchas, que destacaría especialmente de “Io capitano” es que cuenta una durísima historia de inmigrantes, pero lo hace sin soflamas ni atisbo de demagogia. No necesita hacer política de partido -las imágenes cantan por sí solas- ni necesita subrayar nada, pues la propia y tremenda odisea de esos dos admirables y vivaces adolescentes senegaleses, de esos supervivientes natos, habla por sí misma. Poco más, entienden con acierto sus creadores, que se ha de vociferar. Es más, la considero sobre todo una película de aventuras, y no social como podría deducirse por su argumento, aunque claro, este segundo aspecto va inherente, implícito.
Doy por supuesto que sus artífices tendrán en mente a responsables puntuales de este pavoroso drama presente todos los días, pero no caen en la fácil tentación de señalar a nadie en concreto, ni a ningún país europeo en particular. No hace falta, se sobreentiende perfectamente el trasfondo. Por otra parte, la propia condición de la especie es extrapolable a cualquier época o lugar. Cambian los nombres, pero no los hechos. Lo que sí no me deja motivo para albergar dudas es la inevitable empatía y solidaridad con la tragedia de quienes no les queda otra -los desahuciados compañeros de viaje de los protagonistas- que encarar pesadillas como la mostrada.
Y ya les garantizo que es tremendo lo expuesto, toda esa trastienda (las diversas extorsiones y salvajadas de las mafias, aprovechados sin entrañas, funcionarios corruptos, mares bravíos) que existe tras ese verdadero vía crucis que constituye alcanzar las costas mediterráneas de Europa desde África Occidental en este caso, pero da igual el punto geográfico del continente del que procedan esos desesperados sin papeles. Lo curioso es que en esta ocasión esos dos chavales que huyen al “paraíso” no lo hacen exactamente por los motivos tan terribles por los que suelen hacerse, sino por curiosidad y abandonar la rutina en Dakar. Supongo que este motivo contribuye a desideologizar lo narrado.
Su director, el gran Matteo Garrone, firmante de esa otra joya de -según palabras del colega Javier Ocaña- “prosa navajera” titulada “Gomorra”, tratante en los entresijos de la Camorra napolitana, consigue transmitir toda la angustia y ferocidad de esta epopeya tan habitual y cotidiana en los últimos tiempos, aunque en realidad siempre se ha venido produciendo desde que la “Humanidad” es tal, aunque cierto es que en estos años de guerras continuas y continuadas y globalización estas terribles situaciones se han acentuado.
Desde luego, la manera en la que maneja la cámara, exudando clasicismo del más genuino, los imponentes paisajes y las tomas que acogen la historia, unos jóvenes actores de enorme desenvoltura (el debutante Seydour Sarr se sale con su pasmosa naturalidad), una veracidad que aflora en todo momento (con la excepción de una permisible licencia dentro de este pedregal, un palpitante y dramático momento fantasioso a propósito de una derrengada viajera del camino) son de nuevos méritos que le vuelven a posicionar como uno de los mejores cineastas en la actualidad. Merecidísimo ese León de Plata de la Mostra veneciana otorgado por este trabajo, en el que no advierto en esta ocasión rastro alguno chauvinista. O el justamente prestigioso premio del Público del Festival de San Sebastián, galardón que tiene todavía más mérito por ser otorgado por una aplastante mayoría de aficionados.
Supone una excelente representante del país transalpino como mejor producción internacional en los Oscar que tendrán lugar dentro de un mes. Y en la que lidiará con competidoras tan poderosas como nuestra “La sociedad de la nieve”, “La zona de interés”, “Perfect days” y “Sala de profesores”. Como casi siempre en este apartado, menuda terna la conformada. Veremos quien se lleva finalmente el gato al agua.