En cuerpo y alma
José Luis Vázquez
“Paso decisivo”, “Las zapatillas rojas”, “Nijinsky”, “Fama”, “Billy Elliot”, “Noches de sol”, “Pina”, “Cisne negro”, “Isadora”, “Five dances”, “Ballet boys”, “Call me dancer”, “El último bailarín de Mao”, “El bailarín del desierto”, “Dancer”, “Footloose”, “The company”, “A ballerina´s tale”, “El bailarín”, “Juegos de verano”, “Yuli”, “Los cuentos de Hoffmann”, “El puente de Waterloo”, “Candilejas”, “Vuelve a mí”, “Nacida para la danza”, “El ritmo del éxito”, “No me abandones” son algunas de las mejores propuestas cinematográficas que he visto a lo largo de mi ya dilatada existencia sobre ballet, su entorno y sus profesionales (o entusiastas, aficionados). Me dejo en el tintero digital muchas más.
Sin ser ni mucho menos de las mejores ni a estar al considerable nivel de muchas de las anteriormente citadas, la reciente producción francesa “Un paso adelante” (“En cuerpo” en su original y doble sentido, poquito que ver con su rebautizo español) se viene a sumar a este valioso ramillete.
Viene, además avalada -aunque no tenga porqué ser así, no tengo más que fijarme en los siete inexplicables Oscar concedidos a la ininteligible, atosigante y aburridísima “Todo a la vez en todas partes”- por sus nueve nominaciones a los Cesar franceses, entre ellas la de mejor película y dirección.
Pero lo mollar, lo fundamental, lo más destacable de esta agradable “dramedy” son dos cosas muy concretas. Sus vistosas y atractivas secuencias de baile, que comienzan por los previos de una actuación de lo más pura y tradicionalmente clásica y las finales de genuina danza contemporánea. Buena responsabilidad de ello y de una narración moderadamente fluida la tiene su firmante, Cédric Klapisch, responsable de aquella encantadora trilogía sobre un compatriota erasmus, que comenzaría con la estupenda “El albergue español” (la aquí titulada “Una casa de locos”, ay de nuevo esos cambios de títulos por estos lares).
Como nexo de un nexo de unión, el otro factor positivo a tener en cuenta. La plausible actuación, tanto en el plano puramente interpretativo como en el físico de Marion Barbeau, bailarina también en la vida real, algo que aquí casi lógicamente se resiente también para mí. También su compañero de estiramientos y números Mehdi Baki, igualmente un profesional que no necesita forzar movimientos.
La historia es una de tantas típicas de superación y autodescubrimiento, a la que agradezco en este caso que no caiga en tics de manual de autoayuda, expuesta dentro de un tono natural que no contiene grandes momentos, pero que a cambio ofrece una aceptable línea continua. Suficiente para mostrar la aflicción emocional y corporal de su protagonista, Elise. Y sus verdaderas ganas de ir hacia adelante gracias a la compañía y ayuda de otros, pues se pone en valor la aportación de los demás y no sólo de uno mismo.
No deja de ser una feel-good movie a la francesa que dado los tiempos tan yermos artísticos que atravesamos, no deja de resultar un pequeñito soplo de aire fresco.