Plantígrados marchosos y bosques enloquecidos
Por José Luis Vázquez
Así, de primeras, y si tienen a bien aceptar la sugerencia, les propondría que no se acercasen a esta película tomándosela demasiada formalmente, como tal vez han podido hacer con otras tantas de mucha mayor enjundia y que seguramente gracias a ello han resultado más disfrutables.
Y eso que el desenvuelto guion de Jimmy Warden recoge un hecho real acontecido en una zona forestal de Georgia en 1985. No entraré en muchos detalles para no restarles ninguna sorpresilla, aunque ya el título casi resulta de lo más explícito. Trata sobre un oso que debido a un accidente relacionado con un suceso de tráfico de drogas acaba enfarlopado hasta las trancas (su título original es todavía más preciso: “Cocaine bear”). Y hasta aquí cuento… aunque ésta, prácticamente desde el inicio, es la premisa principal, un tanto alargada eso sí, en la que se sustenta esta producción dirigida por la actriz Elizabeth Banks, que aquí remonta moderadamente el vuelo respecto a su fallida traslación a la gran pantalla de “Los ángeles de Charlie”.
Siendo consciente en todo momento de cierto carácter “gore”, de comedia negruzca, violenta y sanguinolenta, Banks ha llevado un trabajo resuelto con agilidad, con el que muestra desparpajo al manejar las múltiples acciones simultáneas que se producen en ese bosque que acaba siendo un frenopático de mucho cuidado.
El colega Oti Rodríguez Marchante ha hecho una definición sobre la misma con la que estoy en buena parte de acuerdo: “una buena combinación de la intriga, el terror y el humor pasota le permite a la película que, sin tomarse en serio, se disfrute en esas tres claves y se pase de la tensión al susto y a la risa casi al tiempo”. Curiosamente, no deja de acabar resultando todo un canto a la familia.
Su mayor inconveniente tal vez estribe en lo que señalaba en lo que señalo en el segundo párrafo, que esa buena idea inicial se acaba estirando sin acabar de dotarla de una comicidad que pudiera resultar redonda o de una mayor entidad dramática. Pese a ello, cuenta con algunos momentos delirantes a propósito de secuencias como la de la ambulancia. Y con tres personajes destacables: el chavalín adolescente Henry (Christian Convery), la guardabosques (Margo Martindale) y el oso marchoso, bueno la osa para ser preciso.
Ni mucho menos está lograda, pero es cine vivaz y disparatado, que no viene mal de vez en cuando. Desde luego, a riesgo de que resulte una herejía (juro que no es mi intención epatar, sino ser sincero, como siempre), y por no apartarme del ámbito del mismo Hollywood, afirmo rotundo que con todas sus limitaciones y frikadas a cuestas, prefiero este “Oso vicioso” a cosas mucho más prestigiosas, alguna incluso recientemente arrasadoras en los Oscars, como “Todo a la vez en todas partes”, “Ellas hablan” o “John Wick 4”, todas ellas un desperdicio en toda regla de cine agotador, abrumador, desbordante y pesadísimo.
Un último apunte que considero oportuno. Ray Liotta hizo aquí su último papel justo antes de su fallecimiento, de ahí la dedicatoria final. Cómo no, volviendo a hacer de facineroso, de mafioso sin miramientos de ningún tipo, falto de cualquier tipo de escrúpulo incluso con su propio vástago. Gran e icónico actor. Siempre será un “good fella” o uno de los nuestros, como prefieran.