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Enviado por Ramón Vidal el
Imagen de la película "NOP"
Ramón Vidal
NOP

Desconcierto y fascinación a partes iguales

Por José Luis Vázquez

Viendo películas como “Nop” definitivamente me doy cuenta de que me he hecho mayor, simplón, jurásico y perezoso. No niego que ante trabajos de tipo experimental bajo apariencia de cine comercial (detesto este término, pero para que me entiendan, pues ese afán lo tienen hasta quienes reniegan del mismo) como éste, a veces suene la flauta y se encuentren o camuflen detrás grandes artistas, no lo niego (así ha avanzado, además, la historia, pero no es fácil en ocasiones separar el grano de la paja), pero cada vez me da más reparo intentar descifrar los mundos casi insondables de esta especie o descubrir al nuevo e insufrible Godard. Y la verdad es que la criba efectuada a lo largo de la historia ha sido considerable, ingentes blufs han acabado quedando al descubierto. Aunque tal vez este último calificativo empleado no sea justo, pues siempre he pensado que el cine, la literatura o la pintura es una cuestión de gustos… a condición de erradicar el postureo. El caso es que me reconozco antediluviano y analógico, y cada vez me gusta más un cine sencillo (que no simple), elemental en el mejor sentido del término y emotivo, incluyendo en esto diferentes registros (emotivo puede ser un buen susto).

Con el último trabajo del deslumbrante Jordan Peele (que me ganó para su causa con sus dos primeras salidas a escena -esta es la tercera-, “Déjame salir” y “Nosotros”) he de reconocer que asisto fascinado, hipnotizado incluso, durante buena parte de su metraje a lo que contemplo en pantalla. Es verdad que despliega una factura, una potencia visual de muchísimos quilates, pero no menos es cierto, es que según va avanzando su trama, me siento desconcertado, un tanto desorientado, y me pregunto si estoy perdiendo reflejos o cada vez -este es un síntoma que me “acucia” desde pequeño cuando veía determinados productos intelectualoides- me estoy volviendo más lelo al no conocer los profundos significados de artistas tan eximios. Pues a estas alturas de mi vida, esto ya me viene dando igual. Lo que no voy a hacer es mentirme a mí mismo, ni de paso a ustedes. Por tanto, he de confesar que me quedo descolocado y sin entender -o no al menos en buena medida- el fondo del asunto. Me ha sucedido con otros títulos prestigiosos del cine norteamericano como “Origen”, “El club de la lucha”, “Matrix” (la entendí, pero me cansó tanto despliegue tecnológico pese a sus memorables secuencias de acción) o la esta sí indescifrable e indigesta “Tenet” (pero claro, del intocable Christopher Nolan, profesional que admiro sinceramente, y parece que no se pudiera cuestionar). Por supuesto, luego leí a spoilers que me aclararon cosas, pero ya me dio igual, lo que no descifre por mí mismo no me interesa.

Pero para no trasladarles mis paranoias o desnortes de entendederas, recupero un párrafo de una brillante colega, Elsa Fernández Santos, que en buena medida resume muy bien la esencia de esta producción de -eso sí- indudable atractivo, aunque corro el riesgo de paliar efectos y de que al finalizar su proyección algunos acaben bramando y echando por su boca espumarajos o palabras aquí innombrables:  “se mezcla el suspense animal de “Tiburón” con las películas de ovnis, tornados y de vaqueros en un absorbente filme de terror surrealista”.

Añado… haciendo un serio esfuerzo mental, puedo intuir -y resistiéndome a leer los múltiples finales y mensajes explicados que figuran en Google, escritos por gente mucho más versada, iluminada e instruida que yo -la mayoría jóvenes-, podría decirles, que en su intencionalidad argumental existen cuestiones referidas a contactos visuales (no seré mucho más explícito para no chafar nada), al poder del espectáculo, a conseguir imágenes a cualquier precio, a mostrar un mundo en el que se devoran todo tipo de contenidos a cualquier precio y un amplio etcétera más. Hasta aquí soy capaz de “interpretar” o intuir (igual la he fastidiado, y por la cabeza de su director no ha habido intenciones de sugerir nada de esto). No se me pida más, y pido disculpas por ello.

Apostillo que algunos colegas citan la fundacional “Encuentros en la tercera fase” como referencia e inspiración. Aunque trata también sobre manifestaciones del espacio inexplicables -los primeros planos ya ponen en situación, nada les fastidio- y de objetos voladores, no acabo de encontrarle similitudes, al menos en lo tonal. Y tengo en todo momento la impresión de que, pese a la brillantez de sus imágenes, de cómo ha sido deslumbrantemente rodada, de lo absorbente que resulta, hay una considerable dispersión de ideas, o estas han sido articuladas de manera ininteligible para mí. Otra cuestión que también se me atraganta es el diseño visual de la cosa en cuestión, que para no destripar nada no les voy a decir a qué se me parece.

En fin, como lo llegado del espacio exterior es lo único que falta que nos invada en los últimos tiempos, no dejen de mirar hacia arriba… pues podría caerles un tendedero de ropa o un macetero, como me sucedió a mí hace poco. Si es que ocurren cada fenómeno extraño en este mundo.

Ah… Vuelve a protagonizar convincentemente Daniel Kaluuya, aunque se pase la mayor parte de la acción poniendo caras extrañas e introspectivas. Reconozco que prefiero la interpretación de su hermana ficticia (Emerald), Keke Palmer.

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