Arrolladora… como toda la saga
Por José Luis Vázquez
No entiendo bien el debate que a veces se produce acerca de cuestionar las secuelas o sagas cinematográficas, como si fuera algo oneroso o surgido hace tan sólo unas décadas, tal vez desde “Star Trek” o “Star wars” (qué verdaderas maravillas). Si nos vamos a los mismos orígenes de este divino invento de los Lumière, esta ha sido una constante permanente. Si nos remitimos a los inicios del sonoro, ahí están desde las producciones de Tarzán hasta las del Hombre delgado (de Hammett), el Halcón, Arsenio Lupin, Frankenstein, Drácula, el Hombre Lobo, la Momia, incluso un poquitín más adelante las de la mismísima mula parlanchina Francis o las de la jovencita Gidget, entre otros cientos de ejemplos más.
Así que, al menos en mí caso, jamás supone un problema que se expriman estas propuestas que, por otra parte, lógicamente no dejan de ser mercantilistas. La cuestión es que ello pudiera anular la capacidad creativa de quienes las diseñan. De ahí que mi única línea roja es la de no ser capaces de entretenerme o engancharme. Por tanto, asunto liquidado en lo que me pueda concernir simplemente como espectador.
La “serie” de “Misión imposible” es de lo mejorcito que el Séptimo Arte ha parido en este terreno a lo largo de su historia. Entrega tras entrega ofrece el más difícil todavía, no se estanca, no se muestra perezosa, es una continua montaña rusa de espectáculo y emociones y tira de brío inusitado y entretenimiento de primerísima clase. Y ojo, no resultan atropelladas pese a su frenético ritmo.
Dicho lo cual, esta séptima y estupenda muesca del franquiciado admito que no es mi favorita, pues esa distinción pertenece a sus dos antecesoras (“Nación secreta” de 2015 -esa función de “Turandot” en la Ópera de Viena es verdaderamente inolvidable- y “Fallout” de 2018, las tres con idéntica firma), pero bien podría ser la tercera o cuarta (“Protocolo fantasma” me resulta otra delicatessen), lo cual aseguro tajante que es mucho decir. Ello claro sin olvidarme de la fundacional, la que diera lugar a todo esto, sencillamente portentosa, dirigida en 1996 por ese primoroso cineasta que será siempre Brian De Palma, el mejor discípulo que haya tenido Hitchcock.
Y la mención al mago del suspense viene que ni pintada para señalar que en esta historia se pueden encontrar con uno de esos Macguffin (señuelo argumental) frecuentes del genio, a propósito esta vez de una llave crucial, que viene que ni pintado para establecer un relato de acción en el que al final lo que resulta fundamental es resaltar los vínculos afectuosos del grupo, la amistad, la camaradería, la profesionalidad y la utilización del humor fino para aligerar la tensión y el frenesí (también introduce algo que ya comienza a provocarme escalofríos: la inteligencia artificial). A propósito de esto último, toda la extensa última secuencia en un tren es verdaderamente impresionante. Y anteriormente se nos han ofrecido algunas más. Como una persecución automovilística en Roma que diríase un homenaje a la célebre y similar de los minis de “Un trabajo en Italia” con Michael Caine (que gozara de un remake treinta y cinco años después estrenado en España ya con su título original -The italian job- que no estaba nada mal protagonizado por Mark Wahlberg).
Siguiendo con anglicismos, vuelve a resultar un compendio de stunts, stuntmans y set pieces a lo James Bond (corregidas y mejoradas hasta la extenuación). Es decir, trucos, especialistas y conjunto de piezas o secuencias. Al respecto, vuelve a ser alucinante cómo se juega el físico el -en todos los aspectos de la industria- grandísimo Tom Cruise. Flipante lo de este tipo… y hasta diría que suicida.
Pero aparte del ya mítico actor, entre tantos otros hacedores, porque esta es una muestra clarísima de trabajo conjunto de barraca de feria elevado a la enésima potencia, me resulta obligado destacar y proclamar muy en voz alta el nombre de su guionista y cineasta (e igualmente productor), el neoyorquino -de Princeton- Christopher McQuarrie. Responsable, entre otros del primoroso y oscarizado guion de “Sospechosos habituales” o el de la extraordinaria “Top Gun: Maverick”. Todo un grande
El flechazo artístico surgiría con Cruise hace una década con la movidita y estimulante “Jack Reacher”. A partir de ahí cuatro aportaciones conjuntas de “M:I” les contemplan, incluyendo la inminente conclusión de la aquí comentada. Su desbordante talento para componer secuencias de impacto visual es innegable, yo creo que incluso para los no afectos al género. La capacidad que tiene de dosificar intriga y acción es admirable. Sus “blockbusters” son oro fino, puro deleite. Y esta no es ninguna excepción, aunque por algún “desajuste” entre algunos personajes, no alcanza la excelencia de esos dos trabajos previos anteriormente mencionados.
No me enrollo más. Quienes busquen un cine evasivo de factura impecable, sin complejo alguno, vertiginoso, de lo más veraniego, pues, en fin, creo que en “Sentencia mortal – Parte 1” tienen la máxima expresión de la temporada junto al supuesto colofón del entrañable Indiana Jones.