El perdón como actitud vital
Por José Luis Vázquez
“Matar a un hombre es algo muy duro (lo peor… añado de cosecha propia), le quitas todo lo que tiene y todo lo que podía tener”. Esta reflexión dicha por el pistolero Will Munny (Clint Eastwood) en la magistral SIN PERDÓN viene a cuento para abordar parte del asunto de MAIXABEL, esa historia sobre el encuentro absolutamente real, tal como lo son prácticamente todos los hechos expuestos, entre la viuda de una víctima de ETA (el ex gobernador civil guipuzcoano y militante socialista Juan Mari Jáuregui) y uno de sus verdugos.
Y es que entre lo que podía haber seguido teniendo el aquí vilmente asesinado figura ese amor hecho añicos de una esposa inevitablemente rota por el dolor y la crueldad de tal atrocidad. Pero la película no es un ajuste de cuentas como sí lo era el inolvidable western de Clint. Es más bien todo lo contrario, una historia de perdón, culpa y redención. Y a propósito de lo primero, me parece admirable, sobre todo porque a lo mejor sin ir más lejos yo, nunca sería capaz de reaccionar como lo hace esta Maixabel Lasa, personaje perfectamente tamizado por una extraordinaria Blanca Portillo, una de las grandes de nuestro cine y escena actuales, que modula su personaje desde el inevitable sufrimiento, vulnerabilidad, hasta conducirlo a una toma de decisión trufada de valor, férrea decisión e infinita generosidad. Ese duelo interior que le otorga a esta mujer a la que también clava físicamente son dignos de todo reconocimiento.
Junto a ella, o enfrente más bien, actuando como inicial contratipo, un Luis Tosar en permanente estado de gracia prácticamente desde que se dedicó a esto de la interpretación, pues hace tiempo que está claro que esto es lo suyo de toda la vidaa. El lucense, el Malamadre de CELDA 211 y tantos otros individuos cinematográficos memorables (este se viene a sumar inmediatamente a ese amplio y distinguido catálogo que lleva tiempo acumulando) desde la más concisa y frugal actuación emociona al mejor estilo Eastwood. Verdaderamente sobrecogen los dos pues la conexión interpretativa entre ambos no me merece la menor de las dudas, y se hace rotundamente palpable en una escena que no voy a desvelar, pero que encoge el corazón, el mío al menos.
Pero antes se nos ha obsequiado con un par de secuencias de alto tonelaje en su muy bien medido rigor, la reunión de los etarras de la prisión de Nanclares de Oca con una mediadora. Está claro que su directora, una ejemplar Icíar Bollaín en el que para mí es su mejor trabajo junto al de TE DOY MIS OJOS, es capaz de mostrar con enorme convicción los desencuentros, los recules de los miembros de la sanguinaria cuadrilla terrorista recluidos que resultan casi tan fulminantes como como si nos hubiera desentrañado el verdadero horror de su trastienda, a los miserables individuos que los guían, a los pavorosos cabecillas que se encuentran detrás de ellos.
Y es que el trabajo de partida en el guion de la propia cineasta y de Isa Campo, habitual del cine del “introvertido” y minucioso Isaki Lacuesta opta por una contención, una sobriedad, un rigor que se convierte en esta ocasión en algo digno de todo elogio. Tal vez algunos echarán de menos más riesgo, más audacia para ir a las entrañas de los componentes de la abominable banda del hacha y la serpiente, pero la opción elegida le sienta bien a la historia. Y también resulta digno el considerado, el delicado tratamiento que otorga a la tormenta interior que vive Maixabel.
Otro acierto lo supone ese diálogo entre víctima y verdugo en el que ella comienza diciendo “Prefiero ser la viuda de Juan Mari que tu madre”. Y no sigo para no chafarles más.
Queda claro que apela más a lo emocional que a lo intelectual y particularmente lo agradezco mucho. José Luis Garci, el mejor crítico de cine que tal vez haya habido jamás en España, ha acuñado una frase que suscribo al cien por cien y que dice que según se va haciendo mayor se ha dado cuenta de que “el cine es, ante todo, emoción”. Así lo pienso y comparto con él. A ello podría añadir el enunciado del colega Luis Martínez a propósito de esta sentida, emotiva, necesaria y loable y prudente película dentro de lo durísimo que supone su fondo y su primer plano, y es que “emociona desde cruda la sencillez”. Pues eso… lo considero mucho.