La capa y espada no pasa de moda
Por José Luis Vázquez
Mi primer recuerdo de la estupenda novela de Alejandro Dumas “Los tres mosqueteros” se remonta al año en que irrumpiría gozosamente la televisión en casa, 1970. Uno de aquellos armatostes Telefunken que fueron decisivos en mi vocación para acabar dedicándome a mi profesión de ver y hablar de películas. Supongo que a Carlitos Alcántara le pasaría algo parecido.
Se trataba de una telenovela en 20 capítulos -cada uno de ellos de 25 apasionantes minutos- que fueron programados desde el 20 de octubre al 13 de noviembre (vamos, un mes), de lunes a viernes a partir de las 8 y media de la tarde, dentro de un espacio habitualmente encargado de llevar a cabo grandes adaptaciones de la literatura universal. Uno de sus mayores éxitos sería “El conde de Montecristo” con Pepe Martín, cuyo autor curiosamente también era Dumas. Menudo escritor, otro de los fundamentales para que amara los libros desde temprana edad.
Esta adaptación que provocaría la felicidad de un crío de tan sólo 8 años estuvo dirigida por el legendario realizador catódico Pedro Amalio López con uno de aquellos repartos legendarios tan habituales de la pequeña pantalla en la única cadena que podíamos ver la mayoría (la UHF era más bien residual, lo que hoy sería la segunda cadena): el pre bandolero Sancho Gracia (inefable D´Artagnan), Víctor Valverde, Joaquina Cardona, Maite Blasco (dulce, encantadora Constanza), Elisa Ramírez (como la pérfida Milady), una jovencita y guapísima Mónica Randall, etc. Todos ellos de impecable dicción y a los que se les entendía perfectamente en su manejo del castellano.
Con los años, y ya en pleno despertar juvenil y cinéfilo, descubriría numerosas versiones más, ya bajo formato de celuloide. Desde las silentes del genial Max Linder (protagonizada por él mismo) y Fred Niblo con el acrobático Douglas Fairbans hasta la que considero la mejor de todas, la restallante en colorido de 1948 de George Sidney con Gene Kelly que sin ser estrictamente musical posee el alado ritmo propio de tan divino género, hasta otras procedentes de su país originario, Francia, como la interpretada por Gerard Barray, o el sabrosón e irónico díptico de Richard Lester rodado en España, y otras más “recientes” y aceleradas dirigidas por Stephen Herek o Paul W. S. Anderson. Incluso me resulta obligado citar delicatessen de hace casi cien años, de la década de los 30, dirigidas primorosamente por directores tan capaces como Rowland V. Lee, tal como “Por la dama y el honor”, o Allan Dwan contando el gran Don Ameche de protagonista en clave de comedia. Y una francamente simpática con el mismísimo Mario Moreno Cantinflas. Así hasta el infinito y más allá, ello sin contar las decenas de variantes desperdigadas a lo largo de la historia del cine.
Esta nueva puesta al día que aquí me ocupa es una adaptación un tanto más lúgubre y oscura muy a tono con este tiempo, realista, francamente entretenida, capaz de hacerme recuperar gratificantes sensaciones del pasado. Para ello vuelve a tirar de duelos a espada, cabalgada, intrigas palaciegas y lances en la niebla.
Es una ambiciosa y cara producción gala que justifica con creces dicho presupuesto y que contará con una continuación ya rodada que podremos ver en diciembre de este 2023 con el subtítulo de “Milady”.
Como prácticamente no podía ser de otra manera cuenta con un excelente reparto a la altura de esta movidita, generosamente espectacular, dinámica y vistosa propuesta. Encabezándolo el siempre resolutivo Vincent Cassel (como Atos) y un François Civil de lo más entusiasta como el intrépido gascón que sirve de nexo de unión de los mosqueteros del rey Louis XIII (Louis Garrel).
Por supuesto, no puedo dejar de citar a la maravillosa y tremenda Eva Green, actriz a la que descubrí hace veinte años con esa maravillosa historia triangular de Bertolucci titulada “Soñadores” a propósito de Mayo del 68. Desde entonces he podido disfrutar ampliamente de su talento y enorme sensualidad en títulos fiesteros y de -pese a haber sido recibidas de uñas- lo más gratificantes como “Sombras tenebrosas” de mi venerado Tim Burton o “300: El origen de un imperio” (menudas sendas secuencias de tonito subido regalaría). Ah… Y quien la desconozca que la recupera en ese notabilísimo western europeo que es “The salvation”.
PD: Disculpen que esta vez no me haya centrado tanto en la crítica de la película, pero me parecía oportuno con su excusa este buceo en el túnel del tiempo.