Tensión en la casa de apuestas
Por José Luis Vázquez
La productora Vaca Films, fundada por Emma Lustres y Borja Pena, con sede en La Coruña, supone el sello por excelencia del thriller y del cine de acción español a lo largo del siglo XXI. Dos décadas y media en la que ha contribuido poderosamente a auparlo y apuntalarlo a unos elevadísimos niveles impensables por estos lares no hace no mucho, y eso que contamos con una respetable tradición que se remonta a finales de la década de los cuarenta y se potencia de manera muy destacable en los cincuenta con una serie de grandes títulos, desde “Brigada criminal” o “Apartado de Correos 1001” hasta “Los peces rojos”, “Un vaso de whisky”, “Los ojos dejan huellas”, el impresionante “El cebo”, “El expreso de Andalucía” o incluso la sesentera “A tiro limpio”, entre otros varios y francamente meritorios.
De alguna manera se inspiran y basan -resulta inevitable y perfectamente comprensible- en los grandes exponentes del cine estadounidense en blanco y negro del legendario, estratosférico período clásico, el que puso las bases del “noir” y de este tipo concreto de historias, incluyendo todo tipo de derivados. En este caso la relación de la nómina daría para varios folios.
Lo elogiable es que han sido capaces de trasladar aquel espíritu al tiempo actual y con rasgos y raíces inequívocamente autóctonas. Todo un acierto, pues si no se hubieran limitado a meros ejercicios miméticos -que a veces ha sucedido- sin la gracia de los magistrales originales. Y siempre teniendo en cuenta que, por supuesto, a veces han gestado cosas muy discretas con posibilidades (la fallida, y ya es lástima porque la historia que la inspira es apasionante, “Lobos de Arga”), pero han sido muchas más las verdaderamente excelentes en mayor o menor medida tales como “Celda 211”, El Niño”, “Secuestrados”, “La sombra de la ley” (éste de corte retro), “Cien años de perdón”, “Retornos”, “Código Emperador” o “Quien a hierro y mata”.
Precisamente con la última mantiene un vínculo en lo que respecta al coguionista de la misma, aquí reciclado en debutante director. Me refiero al destacable profesional Juan Galiñanes, que ha mostrado igualmente su talento en la edición de series tan plausibles o dignas de seguimiento como “El desorden que dejas”, “Hierro” o “La Unidad”.
También se entabla una ligazón en lo referido a su planteamiento argumental, una historia con giros acertados, que no me resultan forzados, o no excesivamente al menos, que no es poco. Igualmente se vincula a la hora de plantear conflictos éticos, morales. E incluso en la creación de una atmósfera plomiza, grisácea, a tono con los pliegues oscuros de lo narrado. Y ya si se trata de conseguir el pleno o ponerse propio, esgrime cierta crítica más o menos social, aquí referida a la ludopatía. Pero no necesita de esta vitola o carácter, aunque ello suponga en tantas ocasiones santo y seña de este tipo de producciones, para valorarla como un apreciable, un sólido thriller dividido en dos partes, el atraco inicial y lo que viene a continuación (no es cuestión adelantar nada), con unos personajes bien perfilados, desde un felizmente inevitable y desmañado Luis Tosar, hasta unos eficaces y convincentes Álex García y Elena Anaya.
Se encuentra realzada por varias secuencias en las que reparar, que muestran suficiente oficio y profesionalidad, pero una en concreto, la de la tensa charla en el hospital entre los dos protagonistas, merece especial atención.
Por otra parte, téngase en cuenta que su enunciado, “Fatum”, o destino si prefieren, resulta suficientemente explícito, de lo más elocuente. Y no se trata de desbrozarles más porque para eso se ven películas, para ir descubriéndolas uno mismo. Se trata de ir dejándoles un rastro de miguitas de pan.
En fin, si les gusta este tipo de propuestas, y teniendo en cuenta que posiblemente no se vayan a encontrar con nada especial o sorprendente, yo que ustedes no la dejaría escapar.
