Regreso actualizado al cine de aventuras y parejas ochentero
Por José Luis Vázquez
La profesión de escritora de novelas escapistas (Loretta Sage se llama la dama en cuestión), de evasión, de la protagonista de esta ficción (una como siempre, en el peor de los casos, resultona Sandra Bullock) determina el carácter de la propia película. Esto es, un regreso al más ligero cine ochentero de aventuras, pero mostrando algunos detalles en sus personajes que determinan los nuevos cambios de roles de hombre y mujer que han tenido lugar en este tiempo, al menos en esta parte del mundo occidental al que -con todos los peros que se quiera, pero sin complejo alguno, que ya está bien- pertenecemos.
Su referente más obvio, más claro es “Tras el corazón verde”, uno de los ejemplos más destacados de aquel añorado género, del que “En busca del arca perdida” y secuelas de “Indiana Jones…” serían tal vez sus más elevadas cimas.
Ella, la actriz virginiana ganadora justamente de un Oscar por la estupenda “The blind side (Un sueño posible)” y mucho mejor actriz de lo que tantas veces se ha supuesto (ahí están la anteriormente citada, “Gravity”, “Crash” (la de Paul Higgis, no la de Cronenberg), “A ciegas”, “Historia de un crimen” o “Mientras dormías”, “Esa cosa llamada amor” y “La casa del lago”), especializada en este tipo de papeles (de comedia romántica preferentemente con sus correspondientes dosis de acción, porque ante todo esto es lo que me resulta “La ciudad perdida”… no confundir con la propuesta más seria, reciente y estupenda de James Gray) representa a una mujer muy de su tiempo, irónica, resuelta y poco dada a mamarrachadas o fanfarronadas heroicas (aunque no conviene generalizar, claro, que de todo se encuentra uno en este planeta).
Él en cambio, un francamente eficaz Channing Tatum, es aparentemente el guaperas de siempre, que trata de demostrar que no es solo un cuerpo danone o que le gusta, que quiere a la chica (bueno, a la mujer), sino que la admira. Resulta un buen prototipo de cierta masculinidad de este tiempo, esa que tras aparentes modos y aspectos tradicionales esconde vulnerabilidad y muestra falta de malicia alguna.
Entre ellos se establece sorprendentemente una química más que aceptable, francamente resultona. Que tiene como tercer vértice de un no triángulo a Daniel Radcliffe, en un buen cometido como multimillonario busca tesoros. Este actor inglés dejó hace ya tiempo su varita de Harry Potter para transitar por caminos mucho más terrenales (pese a alguna que otra incursión terrorífica en páramos británicos), aunque en esta ocasión sea dentro de un obvio tono paródico. Pero funciona.
Atención también a una breve aparición de Brad Pitt, pero su par de breves guiños canoros son de agradecer. Y este sí se ajusta más a cánones de otros tiempos.
Supone el tercer trabajo de la última pareja en salir a escena de duplas de hermanos cineastas, una tradición que ya cuenta con extenso recorrido dentro del cine estadounidense (los Coen, Farrelly, Zucker, Wachowski, Hughes, Russo, Safdie, Duffer, etc.). Se limitan a hacer un trabajo funcional sin más. Pendientes de estreno tienen para el año que viene una nueva versión de aquellos también ochenteros y jugueteros “Masters del universo”.
Por supuesto, advierto que es por momentos sosita, que no parece mostrar mucha vocación por las escenas de acción, que tiene unas cuantas carencias (el propio guion debería haber pespunteado algo más tanto lances como peones), que no muestra originalidad alguna, pero creo que no conviene ponerse muy propio o muy fino -bueno, cada cual que se ponga como le dé la gana, faltaría más, que yo para esto del cine y tantas otras cuestiones hablo en exclusiva primera persona- dado que el panorama últimamente no está para tirar cohetes y es más bien un tanto yermo.
No es para estrujarse el cerebro, ni tiene vocación de ello ni por lo más remoto, pero procura distracción y hace que el tiempo transcurra sin que resulte una losa bajo su caparazón de comedia de aventuras inocuas y banales. Por tanto, no es poco… ni mucho, quedan avisados.