Ridley Scott no alcanza la perfección, pero continúa en buena forma
Por José Luis Vázquez
Son varias las veces que he leído acerca de que Ridley Scott es poco menos que es un mero ilustrador sin más, como se le ha achacado también a Tim Burton. Discrepo rotundamente en ambos casos. O, mejor dicho, matizo, efectivamente son ilustradores de primerísima, hacedores de mundos cinematográficos que aparte de personales resultan de lo más cautivadores y genuinos, pintores con cámara si se quiere, pero sin menoscabo alguno de que igualmente sean potentísimos narradores.
Y LA CASA GUCCI es una buena demostración de ello, porque no siendo de sus trabajos más destacados, incluso rozando cierta banalidad en algunos momentos, vuelve a mostrar su capacidad para mantener la atención y el interés. Y por contar las cosas de manera ágil y poderosa en varios de sus tramos, por ejemplo, el instante climático de un asesinato.
Cierto que no alcanza la grandeza ni mucho menos de EL ÚLTIMO DUELO, estrenada hace escasamente por mes y medio, pero posee una serie de cualidades, de las que a continuación enumeraré alguna, que la convierten en francamente atractiva. Curiosamente esa historia medieval ha sido un fiasco en taquilla, y este otra relativamente contemporánea que entiendo que no posee el alcance ni el nivel de aquella, sin embargo, está funcionando mucho mejor en taquilla. Es una de tantas paradojas de este invento llamado cine.
Podría encontrar sin llegar a ser tan redonda similitudes con la también reciente suya TODO EL DINERO DEL MUNDO, tratante también en un biopic o un episodio puntual de una celebridad -esta millonaria- de la segunda mitad del siglo XX. Ambas podrían resultar vasos comunicantes, pero no hay color en detrimento de la que aquí me ocupa, que no es sino la recreación de los previos y de un drama criminal en torno a Maurizio Gucci, nieto del fundador del célebre emporio/imperio de la moda.
Retomando lo de sus virtudes, varias de las cuales saltan a la vista a las primeras de cambio, destacar desde su escenografía, el vestuario o la dirección artística que recrea aromáticamente toda una época, la década de los 70 del pasado siglo presentada con carácter evocador, saludablemente retro.
Igualmente presenta una dirección de varios de sus intérpretes francamente admirable en su contención.
Llegado a este punto conviene hacer un aparte, francamente necesario. Lo que acabo de exponer no reza para dos de sus principales estrellas, concretamente quienes encarnan al tío y primo del protagonista, esto es, Al Pacino y Jared Leto, parecen salidos completamente de madre. Es como si estuvieran en otra película distinta, sobreactuados, excesivos, caricaturescos, grotescos. En lo referido a este último registro, ya mostró cierta tendencia el director inglés cuando realizó la fallida HANNIBAL (éxito comercial, sin embargo, la dualidad en su cine en lo referido a esto es patente, BLADE RUNNER en cambio sería recibida con bastante incomprensión en su momento), llevando este aspecto hasta el delirio y a mi rechazo.
Sí, en cambio, emergen y hacen unas interpretaciones francamente meritorias, una ya consolidada Lady Gaga (la sorpresa vino con su intensa y rutilante aparición en el tercer remake de HA NACIDO UNA ESTRELLA) y el prolífico ex marine Adam Driver (PATERSON). Con especial mención a un admirablemente contenido Jeremy Irons.
Puede también que sufra de alguna arritmia en la presentación de las fracturas familiares, incluso de la propia historia amorosa. Y que vaya un tanto cortada a tajos pese a lo extensa de su duración. Pero esto no acaba por empañar esta notable propuesta que sigo con atención y fluidez en todo momento, pero que no se queda en mi recuerdo como sí lo hiciera desde el primer instante EL ÚLTIMO DUELO.
Tras lo expuesto bien pudiera parecerles que me ha generado decepción, pero insisto, no es así, se sigue bien y por momentos con cierto deleite por ese buen narrar e indudable oficio del maestro Scott.