Felinos, supervivencia y redención con espíritu de serie B
Por José Luis Vázquez
El león, el único felino -por lo que he leído- que le gusta vivir en grupo ha dado a lo largo de la historia del cine muy buen juego a géneros como el de aventuras y el de acción. Desde los tiempos del Tarzán más mítico (que algunas secuencias proporcionaría), y aún antes, o de “Andrócles y el león” (de un reputado autor como George Bernard Shaw) o de la referencial y deliciosa (también dramática… y trágica) “El rey león”, “Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario”, hasta el actual, hasta nuestros días con “Mia y el león blanco” y “El lobo y el león”, numerosos han sido las producciones que lo han tenido como protagonistas, entre otras y de muy grato recuerdo para mí, “Daktari, el león bizco”, “Nacida libre” (ambas darían pie a sendas y entrañables series de infancia) o “Los demonios de la noche” por no extenderme mucho más.
A todas éstas se viene a unir esta otra de 2022, que presenta unos cuantos atractivos y que se acaba erigiendo en un thriller de supervivencia competente y con saludable espíritu de serie B. Aunque no creo que haya sido barata del todo. Tan sólo las localizaciones naturales en Sudáfrica y los CGI para recrear a tan salvaje fiera, ya habrán requerido un cierto presupuesto.
Pero agradezco enormemente su falta de pretensiones o su breve duración (apenas 90 minutos) que pasa realmente en un plis plas. Y de acuerdo que se sostiene en una situación única convenientemente alargada, pero en este caso dicha supuesta limitación no pesa en absoluto. Recuérdese aquella estupenda película, “Cujo”, sobre un perro rabioso que acosaba a su presa humana en un coche y que partía de parecida premisa.
Y es que en un buen tramo de su acción hay un pasaje que remite a aquel referente basado en un relato del imprescindible Stephen King. De hecho, ofrece abundante minutaje que transcurre en un jeep amenazado, por lo que es fácil establecer una comparativa. Y, por supuesto, hay que tener indudable habilidad para captar la atención del espectador, como también es el caso.
Aquí se ha basado en una historia de James Primak Sullivan que resulta concisa y precisa en lo que quiere contar, y que trata de aportar una capa de profundidad o dramatismo a través de su protagonista, el imponente Idris Elba (el geniecillo de la actualmente en cartel y felizmente sorprendente “Tres mil años esperándote”, actor con sangre ganesa y sierra leonesa, que acumula ya una respetable filmografía: “Pacific Rim”, “Prometheus”, “Escuadrón Suicida”, “Mandela. Del mito al hombre” o “Beasts of no nation”). Arrastra una culpa reciente, de ahí que esa lucha angustiosa que mantiene por su propia subsistencia y la de sus hijas, no deje de resultar de alguna manera un camino de redención.
Pero, en fin, no me pondré demasiado propio, puesto que “La bestia” tampoco lo hace. Es cine de entretenimiento sólido, de buena ley, ejecutado por un cineasta islandés, Baltasar Kormákur, que lleva varios años trabajando en Hollywood, y cuya obra se caracteriza por situaciones al límite. Tal como lo corroboran trabajos como “Everest”, “2 guns”, “A la deriva”, “Contraband” y -entre algunos más- otro de esclarecedor título, “Medidas extremas”. Es verdad que suele tirar de una narrativa áspera, que tal vez no provoque grandes emociones dado las situaciones y ambientes que aborda, pero que casi siempre ofrece buen y legítimo espectáculo con aroma a otros tiempos. No es poco, yo al menos lo agradezco.