Monstruos provocados por el propio sistema
Por José Luis Vázquez
Si hace escasas semanas ensalzaba la valentía, coraje y profesionalidad de dos admirables reporteras del New York Times, que habían dejado con las desvergüenzas más mendaces al descubierto al todopoderoso magnate hollywoodiense Harvey Weinstein, si me apuran todavía son más dignas de alabanza esas cualidades en las de la también admirable colega de profesión de esta historia real acontecida en el Irán de comienzos de este siglo y milenio.
Y lo manifiesto así de rotundo, algo por otra parte supongo que perfectamente comprensible por cualquiera con un mínimo de lo que hay que tener, por el entorno de extremismo, intolerancia y dictadura teocrática que rodea a su protagonista, algo desgraciadamente de lo más vigente hoy en día, como podemos comprobar a todas horas a través de los informativos y múltiples redes sociales.
Y es que “Holy spider (Araña sagrada)” narra con claridad supina y ejemplaridad narrativa manifiesta la historia de un asesino en serie fanático (su identidad se desvela ya desde el inicio) que asesina prostitutas por cuestiones estrictamente religiosas en una sociedad marcada por la represión, la imposición religiosa y la mentalidad más medieval. Viene a ser el equivalente de un “Estrangulador de Boston”, pero sin ese componente fervoroso y con la particularidad de que ese siniestro telón de fondo en el que se desenvuelve nada tiene que ver afortunadamente con la Norteamérica de los 60.
Al igual que Tony Curtis en aquella, Mehdi Bajestani resulta un perfectamente cotidiano y, a la vez, escalofriante padre de familia y esposo. Este tipo de personajes me suelen erizar más la piel y el cerebelo que cualquier hombre lobo, momia, zombi o monstruo de Frankenstein.
Y si espléndidas están Carey y Mulliga y Zoe Kazan en esa verdadera ficción estadounidense anteriormente citada, a no menor altura se encuentra una excelente y sobria Zar Amir Ebrahimi en este relato pleno de magnetismo y desazón con una fuerte y atrozmente esclarecedora carga política acerca de la situación del país persa. Es tremenda esa pintura, ese retrato de fondo, que deja al descubierto las múltiples atrocidades represivas y malignas de todo tipo que se lleva viviendo allí desde hace décadas… Y si acudimos a su historia -aparte ya de la película- en el pasado siglo habría que citar anteriores regímenes, como el del nefasto Sha.
En general todos los actores y una dirección meticulosa, eficacísima, casi quirúrgica y de máxima precisión periodística (y otros varios elementos más, claro, desde fotografía a montaje) del autóctono pero afincado en Dinamarca desde hace años Ali Abbadi (firmante de la notabilísima y singular “Border”) contribuyen, o cuanto menos así me sucedió, a que resulte dificilísimo despegar la vista en todo momento de la pantalla, pues lo expuesto no deja de provocar casi hipnosis y magnetismo.
Otro ejemplo más de cine denunciador a través de la prensa de primera diversión.