Vivir con la identidad que se desea tener
Por José Luis Vázquez
Nunca, jamás (creo, que no es cuestión ponerse muy propio o flamenco por si le pillan a uno en un renuncio) he sido gremialista, pero pese a ello muchas veces he tenido en cuenta los comentarios de varios de mis colegas y les he leído o seguido todo lo que he podido, a algunos con especial fruición, comenzando por el indispensable José Luis Garci, tan extraordinario y brillantísimo crítico como escritor. Pero tal vez notaba antes más unanimidad con el colectivo (o con algunos de sus miembros) que actualmente, pues son muchas las ocasiones en las que me quedo sorprendida acerca de cómo machacan películas que me parecen excelentes y viceversa, se elogian propuestas que me dejan cuando menos gélido.
Esto es lo que me sucede con este trabajo del para mí notabilísimo y en muchas ocasiones excelente Richard Linklater. El cineasta norteamericano me ha hecho feliz en varias ocasiones con sus trabajos, comenzando por la magistral e incuestionable “Boyhood (Momentos de una vida)” y continuando con la trilogía “Antes de… (amanecer, atardecer, anochecer), la simpatiquísima “Escuela de rock”, la peculiarmente generacional “Movida del 76”, las sorprendentes animaciones “Waking life” y “Una mirada en la oscuridad”, la comedia negruzca “Bernie” y tantas otras.
Precisamente con la última nombrada se ha tratado de emparentar esta “Hit man”, y me refiero a ella por su enunciado original, pues su subtítulo me resulta improcedente. Y es que ese carácter renegrido no acabo de atisbarlo por ninguno de sus poros. Pero bueno, así se la ha clasificado y en este caso no pienso desgastarme en mi oposición a dicha adscripción, tan solo me limitaré a cuestionarlo.
Eso sí, la historia, basada, más bien inspirada en un personaje real (Gary Johnson, un tipo de múltiples rostros y disfraces) tenía sobre el papel su indudable gracia y sustancia. Y no negaré que no esté bien planificada o incluso que no se deje escuchar sin provocar irritación, pero lo finalmente parido no me gana especialmente para su causa o me hace gracia, más bien me resulta incluso un tanto plano y hasta me parece insípido en varios de sus tramos álgidos, algo decepcionante precisamente por su prometedora premisa.
Digo más, hay momentos en que no acabo de pillarle el punto, pues no sé si juega a tratar de resultar paródica, profunda o banalmente liviana. Creo intuir una relectura existencialista, o igual son figuraciones mías dada la desconexión intermitente que me provoca. O seguramente se me escapan sus intenciones, simplemente no me impactan o no me llegan.
No me enoja, quede claro, la sigo sin mayor problema, aunque en algún momento me asome algún bostezo. Acabo diluyéndome por relativa inanición y falta de pegada. Sí advierto alguna idea interesante, no acabada de desarrollar, sobre la propia identidad, pero dentro de un tono tontorroncillo que impide que me remueva.
Me cuesta creer a Glenn Powell, a caballo entre ese profe de filosofía y ese desfacedor de entuertos criminales, pero no negaré que es un buen actor. Seguramente el problema no estribe en él, sino en una escritura de guion que no consigue hacérmelo muy creíble, aunque tire de indudable atractivo. Lo mejor, sin duda, una atractiva, desenvuelta y sensual Adria Arjona como mujer fatal reciclable y con compañero cómplice. Por citar otro aspecto positivo, la secuencia final tiene su encanto.
Curiosamente hace una semana estuve revisando en Filmin la estupenda “Contraté a un asesino a sueldo” del singular, lubrificante y apasionante Aki Kaurismäki. No es que juegue exactamente en la misma liga, ni por registro tonal ni por similitudes argumentales, pero cierto aire de partida podría tener. No hay color en favor del cineasta finlandés, que volvía a hacer del pasmo, la extravagancia, la particularísima poética, la desolación, el minimalismo y del desvencije sus señas de identidad.
Pese a tantos peros mi parte y aunque parezca paradójico, no me desagrada. Tal vez el problema que me sucede con esta película estribe en mí, y es algo tan recurrente y molesto en ocasiones como las expectativas previas. No suele ser habitual, pero no sé, igual vuelvo a verla dentro de un tiempo y me causa otra sensación. En este momento, la he digerido sin más.