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Enviado por Ramón Vidal el
Imagen de la película "Historias para no contar"
Ramón Vidal
Historias para no contar

Pequeñas y episódicas miserias humanas

Por José Luis Vázquez

Tal vez “Historias para no contar” no sea de las mejores películas del notabilísimo cineasta catalán Cesc Gay (“Truman”, “Krámpack”, “Una pistola en cada mano”, “En la ciudad” o la anterior a ésta “Sentimental”, todas ellas por encima o muy por encima), pero a sus seguidores, entre los que me cuento, no creo que vaya a defraudarles, desde luego no es mi caso, dejando claro que supone una obra “menor”. Y les guste más o menos, queda claro que lleva impresa su vitola, su marca de fábrica, sus señas de identidad.

Como en “Una pistola en cada mano” vuelve a optar por una estructura de episodios, tan frecuentada por el cine italiano de los 60 y 70. Curiosamente escribo esta reseña tras haber vuelto a revisar y disfrutar “Las brujas” (de Visconti, Bolognini, Rossi, Pasolini y De Sica… total nada tras las cámaras). Claro que el problema de apostar por este procedimiento suele conllevar ciertos desequilibrios y bajones de ritmo (o de ingenio, o de interés), puesto que en bastantes ocasiones sucede que no todas las historietas suelen alcanzar el mismo nivel. Es también este el caso. Las dos primeras y la última son mis preferidas, a la tercera y la cuarta las considero de menor fuste. Pero según cada espectador habrá gusto para todas o para preferir otras.

El caso es que Gay vuelve a tirar de esa manera de contar sencilla, cotidiana, a retratar con agudeza a una cierta clase media urbana, a observar a sus criaturas casi con vocación entomológica sin resultar un castañazo, desde luego con ironía (y aquí puede que más que nunca), en delatarlas a través de sus mentiras o medias mentiras, a mostrárnoslas en su patetismo, a observarlas también con cierta y particular ternura y, por supuesto, no podía faltar, a reunir a estupendos y consistentes repartos corales, aquí dispersados a través de los diferentes segmentos.

Aquí salen a escena desde jóvenes, atractivos y emergentes -ya consolidados en el caso de los dos que nombraré primero- intérpretes como Chino Darín (no incidiré en quién es su padre, aunque su apellido le delate, pues tiene valía de sobra por sí misma), la rutilante Anna Castillo (recentísima su formidable interpretación en “Girasoles silvestres”) o la algo más bisoña Alejandra Onieva (como esa jovencita que tiene un lío con su ex profesor), hasta veteranos de mayor o menor edad, como José Coronado (el susodicho profe), Maribel Verdú o la siempre adorable -estupenda comedianta- Alexandra Jiménez. Hay varios más, incluso un cameo del anterior protagonista de Gay en “Sentimental”, Javier Cámara. He citado los primeros que se me han venido a la cabeza o los que me han dejado más poso. No se trata de apabullarles recorriendo su extensa y brillante nómina.

La sensación final es agradable, aunque puede que en algunos momentos resulte un poquito sosa, pero se impone un conjunto meritorio, en el que vuelven a quedar patentes algunas de las cualidades anteriormente mencionadas de su máximo responsable y otras que me dejo esta vez en el tintero para no resultar exhaustivo. 

En puntuales tramos me han aflorado sonrisas y alguna risilla. Respeto mucho este cine entre industrial y de autor que se deja ver gratamente, que discurre fluido y que hace pasar el rato a bases de oficio, solvencia y buen trato a quienes nos sentamos delante de una pantalla. Tampoco esta vez no creo que quepa medir mucho más. Que no es poco.

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