Timos legales
Por José Luis Vázquez
Sobre la histórica misión del Apolo XI, que conseguiría ser la primera en poner a un ser humano en la luna, se han rodado múltiples producciones cinematográficas y, ya no digamos el ingente material escrito sobre dicha cuestión.
Pero esta vez quiero detenerme en dos, la última en recrearlo con una extraordinaria veracidad, “First man (El primer hombre)” del estupendo director Damien Chazelle (“Whiplash”, “La la land”, “Babylon”) y una más lejana en el tiempo, 1978 para ser preciso, titulada “Capricornio Uno” y dirigida por Peter Hyams, el firmante igualmente de “Atmósfera cero”, esa excelente variante espacial de “Solo ante el peligro” con el siempre majestuoso Sean Connery.
La segunda es la que me viene más al pelo para relacionarla con la agradable comedia romántica que es “Fly me to the moon”, de idéntico título que el -justamente- celebérrimo tema musical cantado entre otros por Frank Sinatra, de hecho, él le acabaría otorgando verdadera carta de naturaleza, aunque existen otras interpretaciones extraordinarias como la de Doris Day (si no la conocen, intenten escucharla). Por cierto, no aparece ninguna de estas u otras versiones, sino que tan solo se introduce mediante un breve amago de Woody Harrelson que la tararea a su manera. Desconozco si ha sido por una cuestión de derechos de autor o simplemente opción artística.
Y es que esta nueva puesta al día especulativa en torno a los tejemanejes del -no me han demostrado lo contrario- exitoso vuelo de la NASA, viene a sumarse a esa ingente literatura acerca de que ello habría sido un montaje. Debo matizar que en esta formulación ello es así en parte, de ahí que en el subtítulo apele a esos timos verdaderos, aunque en la película se señala, al menos en su traducción española, como legales. Juegos de palabras, al fin y al cabo, que en muchas ocasiones pueden ser de lo más relevantes o significativos.
Esta visión amable del más que solvente Greg Barlanti, un especialista televisivo del mundo DC, que de alguna manera entronca con lo expuesto (de otra manera, claro, apelando a la realidad, manipulada o no… les recomiendo suya la deliciosa y delicadamente reivindicativa “Con amor, Simon”) juega en cambio con habilidad a un doble juego, supuesto y real, lo cual ya de partida no deja de suponer un acierto. Lo recubre, además, de refulgentes, fosforescentes colorines con los que se suele asociar la década de los 60 (y especialmente la de los 50) en mis amados USA por los que tanto peno actualmente.
Pero hay más aciertos. Una rutilante, siempre luminosa Scarlett Johansson, combinación de astucia profesional y sensualidad como quien no quiere la cosa cuando el momento lo requiere, es una acertadísima protagonista y principal foco de atención. La secunda un gallardo, un apuesto, también por momentos un tanto estirado Channing Tatum. Se enfunda en el pellejo del director de lanzamiento Cole Davis. Su acaramelada relación bien podría ser un trasunto de las de la pareja de celuloide del momento, Day-Rock Hudson.
Y luego está toda esa pléyade de característicos que son santo y seña en cualquier producción norteamericana que se precie. Como el ya citado Harrelson (estupendo actor, inolvidable camarero en la añoradísima Cheers, uno de esos hombres del gobierno que actúan en la penumbra), Ray Romano, Jim Rash, etcétera.
Resulta también apreciable el telón o la pintura de fondo que enmarca el acontecimiento reflejado, esa carrera desesperada en la que Estados Unidos está inmersa para derrotar a la Unión Soviética en la conquista del espacio.
Que está impecablemente ambientada no hace falta que tenga que insistir en ello, no tienen nada más que contemplarla… y ustedes mismos. Dicho de manera profana claro, dado su irresistible envoltorio, pues desconozco si todos los cachivaches puestos en liza son una fiel reproducción de la realidad, pero viniendo empaquetada por quien viene, no dudo que sea así.
En general son bastantes los atractivos propuesta que sin constituir nada especial, se ve gustosamente y pasa ligera. Como comprenderán a estas alturas veraniegas del año, no está nada, pero que nada mal.
Relajante.