Poderosos Denzel, la acción y el sur de Italia
Por José Luis Vázquez
Vaya por delante que me considero todo un entusiasta y defensor de esta trilogía, de la -parece ser, pero no apuesten por si acaso- conclusa y rentable “The Equalizer (El protector)”. Y, por supuesto, lo soy igualmente de este tipo de relatos y de su director, Antoine Fuqua, uno de los incuestionables especialistas actuales del género de acción. Ahí están para avalarlo la formidable “Día de entrenamiento”, el remake de “Los siete magníficos”, “Los amos de Brooklyn”, “Lágrimas del sol”, etc.
Al grandísimo Denzel Washington, su intérprete fetiche, a estas alturas de su trayectoria, no creo que haga falta insistir o tenga que reiterarme en su grandeza. Por cierto, su reencuentro con una ya crecidita Dakota Fanning tras su ya casi lejana y estupenda primera colaboración en “El fuego de la venganza”, me resulta de lo más grato.
A punto de cumplirse una década de la aparición en gran pantalla del popular personaje que aquí encarna, el ex agente de la CIA Robert McCall, la situación indica que, a éste, al contrario que al propio actor estadounidense, le ha llegado la hora del retiro, aunque creo que individuos así nunca descansan salvo que vayan perdiendo reflejos o les fallen las fuerzas, tal como decía el Carlitos Brigante de “Atrapado por su pasado”. El caso es que en principio asoma el crepúsculo y se cierra el círculo. Al respecto, su desenlace viene así a determinarlo, con guiño incluido a la anterior entrega y a su ex compañera en aquella. Pero, insisto, no le den todavía por jubilados a ninguno de los dos, pues ahí tienen a Sylvester Stallone a sus casi 80 años protagonizando la cuarta entrega de “Los mercenarios”, a un nonagenario Clint Eastwood seduciendo en Cry macho” o a Liam Neeson repartiendo estopa de la buena a sus 71 primaveras.
“The Equalizer 3”, de manera incluso más “sofisticada”, invoca decenas de precedentes y, en concreto, arquetipos también inmejorablemente encarnados hace ya unas décadas por profesionales tan icónicos como Clint Eastwood y Charles Bronson, es decir, cine setentero y ochentero de vengadores de primera división.
Esta vez el buen samaritano implacable se traslada a paisajes idílicos de la costa tirrena para vérselas con la representación más bestia de la “fraternal” Camorra (y supuestamente con el terrorismo yihadista), tras haberlas tenido en las dos entregas anteriores con la mafia rusa y con mercenarios de la propia CIA.
Y es justo en este punto, no tanto en el de los malvados integrales o de una pieza, sino en su localización geográfica, en donde estriba uno de sus mayores encantos. En su envolvente ambientación en una costa amalfitana de tarjeta postal, en esa -sólo en cuanto a nombre, Altamonte- ficticia localidad de verdadero ensueño. Es más, me atrevo a afirmar rotundo que tan sólo por disfrutar de esos diversos y permanentes escenarios, ya merecería ser vista ésta, por otra parte, tensa, trepidante y entretenidísima película. Además, no es necesario conocer los precedentes para poder disfrutarla, me refiero especialmente a quienes sean afectos a estas propuestas de mamporros y acribillamientos.
Precisamente Denzel, que se ha ido convirtiendo en toda una presencia imponente, y emplazamientos aparte, la otra gran baza que esgrime son sus extraordinarias y abundantes secuencias de violencia (inesperadas a veces y según avanza el metraje de lo más salvajes y oscuras), que rayan en el sadismo y el gore. Fuqua vuelve a tirar de galones y erigirse en un gran maestro de estas cuestiones. Se muestra contundente, expeditivo, letal. No deja, por otra parte, de mostrarla estilizada, una estilización que me gusta mucho más que la todavía más coreográfica de la serie John Wick por su manejo del tiempo y del montaje. En cualquier caso, los amantes de la adrenalina pueden estar de enhorabuena, yo desde luego así me sentí, completamente abducido por la misma durante su proyección.
Evidentemente, su argumento no descubre nada, es típico, tópico y manido, pero esa manera que tiene tan explosiva, tan espléndida y, a su manera elegante, de resolver, de -nunca mejor dicho- ejecutar la acción, la redimen por completo y la convierten en una competentísima “movie action” que dicen los anglosajones.
Desde luego, la considero tan digna y respetable como cualquier producción “antagónica” de carácter social que pudiera acumular méritos. Y es que para quien esto escribe no existen géneros menores, ni tan siquiera ni uno solo a desdeñar. Para mí está lo que me gusta, lo que me atrapa, lo que me fascina, lo que me distrae… y lo que no. Los contenidos o marcos en los que vengan envueltos o empaquetadas, no me suponen en principio prejuicio alguno, salvo aquellos que me provoquen bostezos.