Así es, en los márgenes de lo que podría haber sido
Por José Luis Vázquez
“El problema es cuando te haces el loco para no mirar, que es lo que hace todo el mundo” (Luis Tosar)
Ni mucho menos me parece redondo el debut tras las cámaras del buen actor Juan Diego Botto, pero sin duda resulta interesante, apreciable, comprometido (el término honesto no suelo utilizarlo porque lo doy por sentado en la mayoría de los cineastas o artistas), aunque seguramente serán muchos los que lo consideren notable o excelente, pues eso estoy comprobando por las numerosas críticas favorables que está recibiendo y por lo que estoy detectando al menos entre conocidos y amigos.
Digo esto último porque a veces es el fondo lo que importa a muchos espectadores por encima de otras consideraciones relevantes, más que la forma con la que está resuelta. Y aunque el primer aspecto me parece esencial, siempre debe ir precedido del segundo, aunque es indudable que están profundamente interrelacionados. Cuántas veces idénticas o parecidas propuestas, según cómo hayan sido expuestas es lo que ha acabado marcando o determinando la diferencia. Para que se me entienda mejor, partiendo de una parecida premisa argumental, mostrar la marginalidad de los barrios de una gran ciudad, Luis Buñuel consiguió una obra maestra con “Los olvidados” y, en cambio, Alejandro González Iñárritu se marcó un tostonazo con “Biutiful”.
Y es que su intención, el foco, el leiv motiv principal que presenta esta historia, indudablemente tiene a priori un enorme valor humano por lo que supone mostrar injusticias sociales, denunciar algo terrible (quedarse sin casa) y llevar a cabo una más que legítima e indignada (el plano final es suficientemente ilustrativo) reivindicación en pro de los más machacados. Aborda los desahucios y, se centra especialmente, en personas en riesgo extremo de exclusión social. Pero en esta ocasión la manera es que está contado todo ello me resulta un tanto forzada, o encorsetada como la ha llegado a denominar algún colega de profesión. Afectada incluso. Y ello casi salpica un poco a lo que a la interpretación de magníficos actores se refiere (Tosar, Cruz, Adelfa Calvo, el propio Botto), aunque paradójicamente, las valoraría más si tales actuaciones las contemplase aisladas, no dentro de este conjunto coral de vidas cruzadas respecto al cual se me dispersan un tanto dadas las expectativas previas (y entiendo que esto tal vez sea achacable a una dirección todavía no curtida).
A Penélope Cruz me cuesta esta vez creérmela. Con la actriz madrileña me sucede una cosa muy curiosa, o me gana del todo para su causa, o hay ocasiones en las que desconecto de su trabajo. Lo que es indudable es que se nota que pone siempre el máximo empeño y que, indudablemente, ha legado a estas alturas de su carrera unos cuantos personajes memorables a la historia del cine, varios de ellos bajo las órdenes de Pedro Almodóvar.
El caso es que su desgarradora temática o la loable denuncia de fondo, que perfectamente podría ser deudora del cine de Ken Loach o incluso de los hermanos Dardenne, me acaba resultando demasiado obvia, evidente, subrayada, esquemática, aunque no es menos cierto que desprende veracidad, no resulta falsa. Pero no consigue emocionarme. Se notan en todo momento sus buenas intenciones, no siempre acompañadas de los emplazamientos de cámara que más me cautivan por un tanto reincidentemente nerviosos (aunque doy por sentado que esa es la intención de su máximo responsable), o que en mi caso al menos, me resultan forzados, un tanto efectistas o enfáticos.
Pero bueno, y lo digo sinceramente, ésta debe ser una impresión mía y de pocos más porque no lo están considerando así numerosos espectadores que están acercándose a las salas (y me ciño a ubicarlos, como comentaba inicialmente, en mi entorno).
Así con todo, considero que se debe ver, que merece al menos la oportunidad de un visionado. Y que, por supuesto, no deja de suponer una correcta y respetable opera prima. Y, tal como me ha solicitado algún cinéfilo recalcitrante, prometo volver a echarle un vistazo, a ver si mejora mi impresión, que insisto, pese a lo expuesto no es en conjunto ni mucho menos negativa.
Desde luego, el epílogo con la preciosa canción de la albaceteña Rozalén acaba siendo uno de sus aspectos más destacados. Reparen en la letra.