Ejemplar recreación de Me too medieval
Por José Luis Vázquez
“No existe lo justo, solo el poder de los hombres.
Adoro, venero el cine del británico, del inglés Ridley Scott, que ha heredado la mejor tradición -la escrupulosidad, el rigor, la meticulosidad ambiental- de la industria natal de la que procede, trasladándola y potenciándola a la norteamericana, cinematografía en la que ha desarrollado prácticamente toda su carrera. Y con un nivel excepcional, hasta alcanzar el Olimpo dentro de su oficio. De hecho, Clint Eastwood, Steven Spielberg, Tim Burton, Woody Allen, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, M. Night Shyamalan y John Lasseter aparte (Brian De Palma o John Carpenter han menguado y bajado sus apariciones), es el director del que espero siempre con más expectación sus nuevas propuestas. Rara vez me ha defraudado, y cuando así ha podido ser, caso de LA TENIENTE O´NEILL o HANNIBAL, nunca he salido de la sala con un regusto completamente amargo, siempre ha habido detalles que han compensado la asistencia o le han redimido en parte.
Y precisamente los detalles, los pequeños pero significativos detalles, son parte fundamental de una película que, paradójicamente, presenta sus credenciales en base a lo espectacular. Pero una cosa no tiene porqué estar reñida con la otra, todo lo contrario. Y cuando me refiero a ello, lo hago en base a los incrustados en esos tres puntos de vista desde los que nos es contada una historia de violación en la Baja Edad Media. En el mejor estilo RASHOMON de Akira Kurosawa. Tres perspectivas centradas en el marido, la esposa y el violador supuestamente amigo del primero. Y como no quiero reventar nada, tan solo les sugiero un par de apuntes. Fíjense por ejemplo en que la tercera versión, la de la mujer viene rotulada como la de la VERDAD, y en, por ejemplo, cómo recuerda cada uno de ellos un aparentemente simple beso. Resulta de lo más revelador y sutil, así como otra serie de apuntes más.
Y es curioso porque Scott a lo largo de su trayectoria ha sido tildado por muchos de mero ilustrador (también al genial Tim Burton le han achacado dicho sambenito, como si eso por sí solo ya fuera poco) o de cineasta muy directo y explícito. Y no hay más que dar un repaso por su filmografía para comprobar que eso no es tal, que insisto, ya de por sí me parecería mucho. Véase, por ejemplo, el final de THELMA Y LOUISE, su memorable y sugerente final. Es también un narrador de primera, de los más potentes en el panorama actual.
Con esa pieza maestra protagonizada por Susan Sarandon y Geena Davis, una de las muchísimas que jalonan su carrera, emparenta EL ÚLTIMO DUELO. Porque este es cine feminista, cine me too, sin lugar a dudas. Pero sin demagogia alguna, tal vez como solo lo saben hacer admirablemente los anglosajones, sin sectarismo y con la cabeza fría, sin que la bilis se imponga (como le pasaba al Almodóvar de LA MALA EDUCACIÓN). Y si quieren, también se puede catalogar como revisionista, pero sin caer en la imbecilidad, la caricatura o el exabrupto. Muy inteligente, tal como lo era la última y excelente versión de MUJERCITAS. Al respecto ofrece una formidable secuencia de carácter intimista y de lo más reveladora. Esa conversación entre la ultrajada y su suegra (una excelente Harriet Walter) en la que ésta cuenta un episodio de juventud y como tuvo que optar por la supervivencia en vez de por la más elemental de las dignidades, pues así era -y sigue siéndolo, claro, y en según qué latitudes todavía más atroz- aquel terrible tiempo para la mujer.
Estamos hablando de una época en la que la violación, como comenta un clérigo “no es un delito contra una mujer, sino un asunto de propiedad”. De hecho, ese duelo que da título a esta extraordinaria producción se fundamenta en un hecho real, el último a muerte, a caballo y lanza, que tuvo lugar en la Francia, en la del Medievo, en 1386 para ser exacto.
Por tanto, quienes la vean podrán presenciar una historia remarcada por la realidad de lo contado, a caballo entre el cine de acción, el drama o la recreación judicial. Todo ello expendido mediante brillantes elipsis temporales o un montaje vertiginoso y de gran agudeza narrativa.
Scott maneja todos estos recursos, mimbres, registros y tonalidades a las mil maravillas. Combina perfectamente el flashforward, con una mirada sutil y con el gran espectáculo. Las escenas de batallas vuelven a ser grandiosas, colosales. Consigue trasladar, tal como sucedía en EL NOMBRE DE LA ROSA o en su propia y magistral EL REINO DE LOS CIELOS, el frío de toda una época, el interior y el más evidentemente físico. Casi se acaba sintiendo. Y el cénit, esa justa que otorga colofón a la historia, es verdaderamente memorable.
Se sirve, además, de elementos tan fundamentales como un sólido guion de esos grandes profesionales y amigos que son Matt Damon y Ben Affleck, veinticuatro años después de que obtuvieran el Oscar en este apartado por el de EL INDOMABLE WILL HUNTING, y en un ejercicio que tengo la sensación que supone un ajuste de cuentas o de “conciencia” con su benefactor Harvey Winstein, ese supuesto depredador sexual que saltó a las rotativas de todos los medios hace pocos años por sus innumerables delitos de violencia y ultraje contra las mujeres. Pero digo supuesto porque serán los tribunales quienes los tengan que ir ratificando o sentenciando. El estado de derecho es fundamental para estas cuestiones, jamás pueden imponerse los tribunales populares que se hacen en la calle o en los medios. Y con garantismo siempre, claro… hasta donde sea posible y teniendo en cuenta el error humano.
En el apartado interpretativo ambos también se lucen, especialmente el primero, que poco a poco se ha ido convirtiendo en uno de los intérpretes fundamentales del panorama mundial. Sin ir más lejos, ahí está su espléndida actuación en el estupendo thriller familiar CUESTIÓN DE SANGRE, visto también este año en las pantallas españolas y ciudadrealeñas.
Pero un nombre propio, de mujer como era de esperar, se erige por encima de todos… Jodie Comer (conocida por su molona serie KILLING EVE). Está formidable. Poco a poco, paulatinamente se va apoderando de la función, hasta llegar a eclosionar en ese tercer episodio final en el que ella por sí sola llena y acapara la pantalla, a base de un elogiable despliegue de todo tipo, artístico y físico.
Y bueno, todo ello, todo este sensacional despliegue al servicio o para llegar a las conclusiones de siempre, a la de la frase que encabeza esta reseña, a como el poder somete a los seres humanos, a unos más que a otros, especialmente a esas mujeres que les tocó vivir en una época de gran ferocidad y fiereza para ellas. Todas lo han sido, pero siempre ha habido unas más que otras, sobre todo comparadas con las actuales y en según -vuelvo a repetir- qué lugares, claro. Estoy pensando por ejemplo en el Afganistán actual o en tantos países árabes que mantienen todavía regímenes feudales de lo más parecidos a los aquí expuestos.
Scott ha rodado esta maravilla con 83 años, a punto de cumplir los 84. En lista de espera figura para ser estrenado su último trabajo, LA CASA GUCCI, del que ya hablan como candidato a unas cuantas estatuillas. Veremos. No estaría nada mal tampoco y me parecería muy justo que este que aquí me ocupa estuviera en la pomada. Para mí desde luego es el mejor estreno visto este 2021. Y a punto ya de comenzar el rodaje de esa biografía sobre Napoleón que tan magnífica pinta tiene.
Hablo de una leyenda viviente del Séptimo Arte, el responsable de masterpieces del calibre de LOS DUELISTAS, ALIEN EL OCTAVO PASAJERO, BLADE RUNNER, LA SOMBRA DEL TESTIGO, BLACK RAIN, GLADIATOR, THELMA Y LOUISE, EL REINO DE LOS CIELOS, UN BUEN AÑO, AMERICAN GANGSTER, BLACK HAWK DERRIBADO, ROBIN HOOD, EXODUS: DIOSES Y REYES, LOS IMPOSTORES y unas cuantas más. Que le siga durando la inspiración, la genialidad y el brío por todos los años que sean posibles. Poquísimos como él que acumulen una obra con unas señas de identidad tan características y estoy convencido que perdurable en el tiempo, a través de la cual se ha ido erigiendo en cronista de la historia -grande o intra- más remota o reciente y en visionario de nuevos mundos. Mi eterno y más gozoso agradecimiento.