La publicidad dice bien: Cuidado con quién metes en un tu coche
Por José Luis Vázquez
Aunque las películas que componen la brillante filmografía del bilbaíno Álex de la Iglesia son únicas y singulares, indistintamente de los resultados más o menos redondos obtenidos en cada una de ellas, su cine es de tiralíneas. Me explico. Responde a un patrón no diré que preestablecido, pero sí bastante patente sobre el lienzo de la pantalla, sea la de la sala o la del salón de casa. Y en ello tiene mucho que ver la co-firma en sus guiones del ya indispensable Jorge Guerricaecheverría. Así que repártanse las responsabilidades en lo bastante positivo y en lo que también tenga de excesivo…Pero ese es su sello, quede claro.
Y es que responden a unos previos y un desarrollo de gran potencia visual y narrativo que acaban derivando en un(os) tramo(s) final(es) desmadrados, desenfrenados, un tanto absurdos, del todo enloquecidos (recuérdese esa apoteosis agotadora de “Las brujas de Zugarramurdi” tras un comienzo verdaderamente estupendo y espectacular en la madrileña Sol, un atraco ejemplarmente filmado). A veces esto funciona, otras no tanto. Aquí el saldo final es apreciable positivo, consiguiendo el que tal vez sea su mejor trabajo desde el no tan distante y excelente “Perfectos desconocidos”. Y conste que no desdeño en modo alguno su anterior, estimulante y atmosférica “Veneciafrenia” pese a su reparto tal vez errado. Por cierto, este último es mi favorito suyo, junto con “El día de la bestia” y “La comunidad”. Y conste tiene otros varias notables, desde “800 balas” a “Balada triste de trompeta”.
En esta ocasión parte de una premisa, de un asunto muy en boga hoy en día, el BlaBlaCar. Esto es, el viaje en coche de diferentes pasajeros compartiendo gastos. Al respecto, cabe constatar que existe un precedente en el cine español precisamente del año anterior (2021), “Con quién viajas”, una curiosa comedia, una ópera prima no exenta de interés con una estupenda -desde luego entusiasta y más que esforzada- interpretación del siempre reivindicable Salva Reina.
“El último viaje” va todavía un poco más allá en su propuesta, es todavía más divertida, sin duda entretenida y se deja ver con suma facilidad. Pertenece a ese cine de una calidad media francamente respetable que contribuye de manera determinante al esplendor y el mantenimiento de una industria.
Además vuelve a confiar en un reparto de lo -como mínimo- más eficaz, en este caso un cuarteto protagonista que tira perfectamente del carro de cuatro latas, desde un Ernesto Alterio desmelenado y festivamente desenfrenado (ese no saber muy bien su origen le confiere además saludable incertidumbre), pasando por una Blanca Suárez de lo más sólida y atractiva, o unos Alberto San Juan y Rubén Cortada perfectamente creíbles en sus roles más guasonamente serios, por no citar a ese característico ya casi imprescindible en cine autóctono de comienzo del siglo XXI que es Carlos Areces.
Todos ellos embarcados en un trayecto que responde a las mejores reglas de las road movie, en la que personajes e individuos estrafalarios se van acumulando hasta llegar a uno de esos desenlaces anteriormente mencionados, marca de la casa, en el que desmadre, acción y angustia se dan la mano. Tal vez ahí estribe su parte menos destacable, pero así con todo, la contemplo con agrado, pues los personajes en sus desatinos y desafueros han acumulado la suficiente simpatía para que así la perciba.
No se olvide tampoco, conviene precisar esto, que estamos ante una historia de amor suficientemente bien cosida dados los repechos, expectativas y desinfles de lo que se ve adornada.
Creo que es un pasatiempo recomendable, especialmente en este tiempo tan necesitado de risillas, sonrisas y buen humor confeccionado con estilo. También con algún déficit, como ese querer trillar en exceso caracteres y peripecias. Pero, sin duda, resulta más contenida que otros desmadres como “El bar”, “Mi gran noche” o “La chispa de la vida”, no logradas, pero tampoco del todo despreciables.