Librémonos de las aguas mansas…
Por José Luis Vázquez
“Esfuerzo, equilibrio, fidelidad” es la máxima que rige en la empresa que lleva aparentemente con enorme amabilidad y comprensión el patrón al que alude el título de esta excelente producción española, la mejor autóctona que llevo vista en lo que va 2021. El podio lo compartiría con MAIXABEL y LAS LEYES DE LA FRONTERA.
Pero hay que ver tras esta premisa casi beatífica, la cual dado ese carácter inicial -casi parece un Frank Capra- acaba provocando aún mayor sorpresa según va discurriendo la historia, la mala baba, leche, ironía, incluso por momentos vitriólico y contundente humor, que acaba desplegando. Sorprende, a mí al menos.
Y es que se ha vuelto a afinar por parte de su máximo responsable -dirige y escribe a la vez, ahora iré con él- en la descripción del personaje central, de quienes revolotean a su alrededor y del pequeño tapiz que hace de una situación ni mucho menos tan satírica como pudiera parecer. Solo que, en el cine, en el arte en general, se tiene la posibilidad de estirar el chicle, y aquí ello se lleva a cabo ejemplarmente bien.
Esa balanza que preside y rige la seña de identidad de este mediano emporio, es utilizada por León de Aranoa con escuadra y cartabón que se decía antes, como símbolo de un equilibrio falso que en realidad jamás se produce, en la relación entre empresario y trabajadores. Su radio de acción a la hora de describir la realidad circundante abarca y cuestiona muchos arcos, que van de lo familiar a lo meramente laboral, pasando incluso por lo político. Y en ciudades de provincias, en cualquier sitio aclaro, se van a entender muy bien ciertas actitudes y pautas de conducta. No especificaré más por no chafarles propias conclusiones.
Por supuesto lo que van a ver es cine social, sí, sin duda alguna, pero trufado de una envoltura de comedia que le sienta en esta ocasión como un guante. Y si me apuran, ahora que atravesamos fechas halloweenianas, hasta se podría contemplar como sutil exponente de terror. En cualquier caso, vuelve a poner el dedo en la llaga en la eterna y ancestral relación de mandar y ser mandado, en los vasallajes que conlleva el poder. Y su enfoque, sin ser del todo novedoso, destila un indudable punto de vista propio, aderezado con muchísimo talento. Conviene matizar que la munición disparada pilla a prácticamente todos, no se queda en la mera y sutil caricatura de arremeter solo contra el de arriba, contra el poderoso que evidentemente es el mayor “damnificado”, cada cual, cada personaje tiene su cuota de responsabilidad. Y eso genera que no caiga en maniqueísmos ni dogmatismos. Es ligera y entra fenomenal, como una bebida caribeña que encima sacude y se apura hasta el último trago. Y deja el poso suficiente para desear más.
Mucho moderno cinéfilo describirá al personaje de Javier Bardem como poliédrico, y por una vez definirán bien. Posee todos los rostros que imaginarse puedan: humano, preocupado, depredador sutil, pragmático, cínico, vil, paternal… en fin, casi mejor coger toda la distancia que se pueda y evitarlo como jefe, casi preferible los vocingleros. Pero ustedes mismos saquen sus propias conclusiones.
Una magnífica secuencia, en la que se utiliza extraordinariamente la representación del ballet ROMEO Y JULIETA de Prokofiev, sirve para ejecutar un virtuoso ejercicio de montaje paralelo, en el que el protagonista parece émulo del Vito Corleone de EL PADRINO, al no mostrar la más mínima emoción ante lo que es capaz de originar. Y no cuento más para no caer en spoilers, pero a buen entendedor…
Javier Bardem, veinte años después de su encuentro con Fernando León de Aranoa, en el que considero hasta la fecha el mejor trabajo -bueno, ahora a la par con el que me ocupa- de este brillante guionista y cineasta madrileño, en otra muestra de verdadero funambulismo cinematográfico nos ofrece el reverso de aquel reivindicativo y por momentos indignado Santa con este peculiarísimo Julio Blanco. El trabajo de los dos quedará como sendos referentes en la filmografía de ambos, y como constancia también de la capacidad que tienen de abordar diferentes registros, cada uno de ellos en sus respectivos cometidos delante y tras las cámaras. Y, claro, confiriéndole ese inequívoco punto social anteriormente mencionado como sello de distinción.
No se la deberían a perder, es cine muy inteligente, inspirado y currado.
Como nota a pie de página destacar la aparición en un breve, pero sustancioso papel de dos o tres minutos, del actor y director ciudadrealeño Daniel Chamorro como un periodista tenaz. Lo mejor que se puede decir de él es que aguanta el tipo al mismísimo Bardem. No es poco. Y espero que no haya cegado la amistad al destacar esto.