O el teatro y el amor como salvavidas
Por José Luis Vázquez
Hay películas a las que hay que concederles una segunda oportunidad, incluso casi al instante, tal como me ha sucedido con EL AMOR EN SU LUGAR (título de lo más sugerente y que responde al nombre de la obra real que tuviera escasa duración en cartel en su momento), la última joyita del orensano Rodrigo Cortés que aquí traigo a colación. Aunque bueno, matizo, no fue al instante esta vez, sino que tuvieron que transcurrir dos semanas para su verdadero reconocimiento por mí parte. Pero en otras ocasiones sí ha sido al instante, en el mismo día, tal como me sucedió con EL HILO INVISIBLE.
Y es que su primer visionado pese a gustarme me transmitió cierta frialdad, supongo que en parte debido al cansancio que llevaba acumulado en aquel momento y puede también que debido a la sala -o a la fotografía, continúo sin despejar del todo la duda- en la que la contemplé, pues sus imágenes me parecieron mucho más oscuras de lo habitual y me generaron cierta molestia.
Pero finalmente, cuando la volví a revisarla convenientemente despejado es cuando ha alcanzado su verdadera grandeza y relevancia esta nueva muestra un tanto inclasificable del por sí inclasificable Cortés. O tal vez este calificativo no sea del todo certero, pues claro que es clasificable. Virtuoso podría ser una de los que tengo más claros. Virtuoso ya no sólo por ese impresionante plano inicial que nos ancla en el frío y miedo del gueto de Varsovia en 1942, sino por la precisión con las que domina tiempo (transcurre en tiempo real), montaje y puesta en escena.
Lo anteriormente expuesto no debería resultar nada extraño viniendo de quién me hizo mantenerme con un grado atención y tensión extrema durante la hora y media que duraba -dura- BURIED (ENTERRADO), la historia de un tipo que se pasaba -se pasa- todo el rato enterrado en un ataúd. Y el caso es que es una de las películas con más acción que recuerde haber visto en los últimos doce años… Porque la acción no es solo una cuestión de aparatosidad y apabullamiento, sino de focalización, punto de vista, y tanto aquella como esta hacen gala de un ritmo interior de lo más endiablado.
Y es que de nuevo Cortés obra el prodigio de que en un recinto un tanto más amplio que el anteriormente citado, pero también constreñido, consiga volver a captar mi interés y fascinación en todo instante, ejecutando una historia que transita y resulta una extraña mezcla de géneros de diverso tipo: musical, drama, comedia y el subgénero nazi, el del Holocausto, pero sin atisbarlo en esta ocasión, intuyéndolo tan solo por los judíos que se encuentran en el teatro o por la angustia de esos jóvenes actores que tratan de huir a toda costa y poner a salvo el pellejo.
Pero la representación se convierte no solo en escape sino en tabla de supervivencia provisional. Y esa obra, EL AMOR BUSCA APARTAMENTO, y esas melodías (obra de Víctor Ríos) acaban otorgándole a esta propuesta un carácter singular. Principalmente, por elaborar un ejercicio de cine brillantísimo, emocional también, tanto en el escenario (en el que la evasión es patente) como entre bastidores o bambalinas (donde se masca la pasión y se puede intuir la tragedia), con personajes tal vez no relevantes, pero de sobra representativos de los más de 400.000 que estuvieron recluidos como alimañas y de los cuales tan solo 50.000 acabarían sobreviviendo. Y es que al igual que la reciente y excelente producción francesa DELICIOSO, asistimos a una pequeña gran lección de historia bajo el manto de la intra, la que a veces precisamente refleja mejor el estado de las cosas mucho más que los grandes o más pomposos nombres o hechos.
Por supuesto, no tiene que ver con la grandeza majestuosa y épica de EL PIANISTA, ni falta que hace, siendo la obra de Polanski monumental en todos los sentidos. Aquí se apela más bien a gente cotidiana, a los que jamás han figurado en letras de molde, pues bastante tenían con conservar la vida.
Y, una vez más, se vuelve a dejar constancia de la importancia del arte frente a la barbarie, al pavor, terror genocida para mejor precisión. Que se lo digan al Lubitsch de SER O NO SER, referente que flota en el ambiente en todo momento, o eso me ha parecido, pues igual estoy tan abducido ante esa obra capital que creo ya verla siempre reflejada en cualquier película que adopte una temática y localización parecida. De todas formas, inevitablemente me remite también a esa otra joya del recientemente desaparecido Peter Bogdanovich de latitud neoyorquina y fecha más actual, titulada por estos pagos ¡QUÉ RUINA DE FUNCIÓN! (NOISES OFF… en el original).
De lo que no tengo duda alguna es de lo valiosa que resulta esta producción, y también de lo entretenidísima que es. Y aquella frialdad que creí advertir en aquel mermado primer visionado, se disipa en el segundo. Y vuelvo a darme cuenta de la importancia del arte, el de Talía en este caso, no solo como evasión, sino como escape de la más cruda realidad. Y como salvavidas, para tener siempre en cuenta de que en medio del horror siempre es posible atisbar la luz, la esperanza.
Me entero que ha sido un fiasco o fracaso en taquilla, como buena parte de las películas que más me han gustado en los últimos meses, desde UNO DE NOSOTROS a EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS, o EL ÚLTIMO DUELO y WEST SIDE STORY. Qué le vamos a hacer, me estaré volviendo gafapasta o alternativo. En el fondo sospecho que una buena porción de mí lo ha sido siempre, aunque no esté dispuesto a admitirlo. Es medio broma, pues con mis gustos cinematográficos y de otro tipo solo me rijo porque me encandile lo que contemplo, por tanto, el hecho de que asistan más o menos espectadores es algo que jamás me ha preocupado en lo mínimo de lo mínimo. Es más, lamento que muchos grandes títulos de la historia se quedaran sin verlos muchos por no haber tenido repercusión ni mediática ni comercial.
Avisados quedan en esta ocasión: no se pierdan esta delicatessen. Ah… y espero que disfruten como lo he hecho yo del trabajo de una serie de jóvenes actores para mí desconocidos, especialmente Clara Rugaard, la chica.