Rigor y desolación para abordar el aborto
Por José Luis Vázquez
Asunto sensibilísimo, delicado, francamente delicado el del aborto para abordar en cine, en literatura, en la propia vida, sobre todo en ésta. Trasciende lo meramente ideológico para pasar a convertirse en una cuestión muy personal (y problemática se mire por donde se mire), al fin y al cabo, como casi todo en este mundo, pero al haber aquí por medio la propia existencia en juego el debate está permanentemente asegurado.
En lo que llevamos de siglo XXI (habría que añadir la ochentera “Asunto de mujeres” del galo Claude Chabrol) en la gran pantalla son más los grandes títulos que se posicionan a favor del mismo que en contra (pero de estos últimos haberlos hailos también), bien defendiéndolo con contundencia o con un considerable grado de comprensión, tal como sucede con producciones tan excelentes como la rumana “Cuatro meses, tres semanas, dos días”, la española -y formidable- Solas (ésta en realidad es de 199), la británica “El secreto de Vera Drake”, la mexicana “El crimen del padre Amaro”, las estadounidenses “Juno”, “Lake of fire” (“Lago de fuego”… un formidable documental de Tony Kaye, firmante de la magnífica “American history X”) y “Nunca, casi nunca, a veces, siempre”. O la segunda opción más exigua, entre las que se puede destacar la norteamericana (en coproducción con México) “Bella” de Alejandro Monteverde.
Hay otras numerosas películas sobre el tema que lo abordan como leiv motiv principal o tangencialmente, ahí tienen los ejemplos de las también made in USA “Las normas de la casa de la sidra” o “Blue Valentine”, incluso si nos remontamos al mágico año de 1987 un título tan taquillero como “Dirty dancing” lo incluía entre sus pliegues en una historia tangencial.
A todas las citadas se viene a sumar ahora esta notabilísima propuesta francesa de “El acontecimiento”, que viene avalada por numerosos premios y reconocimientos (lo cual no necesariamente es siempre un aval, aunque sí en este caso), entre ellos el máximo galardón -el León de Oro- de la última edición del Festival de Venecia, su participación en la Seminci, la nominación a la mejor dirección en los Bafta, nominación a los Premios del Cine Europeo y el Cesar a la mejor actriz revelación para su espléndida protagonista, la bella Anamaria Vartolomei, que hace honor a la larga tradición de actrices del país vecino que se distinguen por su talento, enorme atractivo, elegancia y distinción… y aquí, de nuevo, en un papel no fácil, con aristas que dicen los modernos y sutilezas varias.
Sobre ella pivota no solo el principal foco de atención, sino el probable debate en torno al personaje que representa parece ser que basado en uno real de la década de los 60. Su rostro resulta todo un doloroso, desesperado y afligido poema de la desesperación. A lo que contribuye que estamos en un lugar y una época en la que llevar a cabo la interrupción del embarazo resulta ilegal. Añádase también el origen humilde de la susodicha. Todos estos aspectos suman dramatismo a un argumento que ya de por sí contiene enormes cargas de profundidad dramática.
Se encuentra apoyada por el muy buen trabajo de dirección de Audrey Diwan, pleno de solidez y firmeza narrativa, que destila rigor, dureza, profundidad en el mejor sentido del término.
Desconozco la novela en la que se ha basado, pero daría igual porque jamás establezco comparativas entre dos medios con códigos diferentes o propios, pero quienes sí lo han hecho y tienen la costumbre de las comparativas, proclaman que tiene mucho mérito dada la propia complejidad del material de partida.
Lo que sí queda claro dentro de que no apela a la moralina es el posicionamiento de sus creadores, un alegato feminista en el que el acompañamiento musical o sonoro forma parte importante del desarrollo de la historia, que ofrece algunos momentos de cierta crudeza emocional
No creo que sea de las que deje indiferente, incluso por parte de sus detractores. Deja huella, no se anda con paños calientes, sacude, es fácil que en algunos momentos ponga un nudo en la garganta y es de las que me provoca que se la siga dando vueltas en la cabeza días después. Consigue perturbarme y mientras la contempla dejarme muy fijado ante lo que transcurre en pantalla.