¿Distopía? En cualquier caso, tremenda
Por José Luis Vázquez
Aunque “súbdito” y devoto de esos Estados Unidos de América que admiro en tantísimos aspectos, ni concedo cheques en blanco -no lo he hecho ni con mis padres, y son lo más sagrado de mi existencia- ni me llamo a engaños sobre la delicada situación y los últimos acontecimientos surgidos en el enorme país de las barras y estrellas. Y no ya solo debidos o provocados por la furibunda irrupción de Donald Trump en el panorama electoral (su presencia venía ya décadas sintiéndose mediante sus emporios empresariales, entre los que se encuentran poderosísimos medios de comunicación), sino por otra serie de circunstancias no tan obvias o publicitadas, pero esta sería materia de otra reseña alejada de lo estrictamente cinematográfico o motivo de tertulia/debate. Por supuesto, tampoco me considero en el limbo respecto a las derivas a lo que ello pudiera dar lugar.
Dicho lo cual, la posibilidad en el horizonte de un nuevo enfrentamiento civil por aquellos entornos no está aquí utilizada de manera mendaz, partidista o sectaria, una de sus grandes virtudes. Su guionista y director, el brillante Alex Garland, del cual me resulta obligado recordar su destacado trabajo como guionista en “28 días después” o su deslumbrante firma en las notabilísimas “Ex_Machina” y “Aniquilación” (tal vez nos encontremos ante un visionario en toda regla, ahí tienen al Steven Soderbergh de la espléndida “Contagio” a propósito de una pandemia), no se sitúa en ningún instante con ninguno de los dos bandos contendientes, aunque por algún detalle xenófobo se pueda intuir alguna cosilla del rebelde, pero apenas es un atisbo, pues no se moja a propósito… y me parece un acierto para transmitir un dramatismo que no se ve lastrado por la tendenciosidad.
Principalmente lo que hace es describir, en este caso el espanto de la guerra en estado puro. Y tal vez donde más se pringue y sea más sutil, es en los retratos del cuarteto de fotógrafos y periodistas protagonistas, mostrándonoslos en diversos pronunciamientos según sus respectivas miradas y actitudes.
Lo que tengo claro es que consigue una obra de un realismo brutal, incluso hiperrealista si me apuran. Y desde luego es descarnada y como he comentado anteriormente, completamente despolitizada, algo que en esta ocasión considero positivo con vistas a que cada uno de nosotros llevemos a cabo nuestras propias reflexiones o seamos conscientes de cómo una confrontación de esta magnitud podría desarrollarse, sin edulcoramientos o molestos maquillajes y accesorios que pudieran reducir el alcance de tan loable planteamiento. Va a lo que importa vamos, al relato de supervivencia y de profesionalidad contemplada ésta desde diversos posicionamientos. Arturo Pérez Reverte, inmejorable conocedor de lo que son los conflictos bélicos ha manifestado que ha logrado “trasladarle”, y desde mi desconocimiento de esos terrenos, no puedo estar más de acuerdo con él, pues no hace falta haber estado en primera línea del horror para poder percibir la crudeza.
Ahondando en esto, no puedo dejar de mencionar una escena insertada en una situación verdaderamente escalofriante, que me pone los pelos de punta, aquella en la que un soldado sublevado espeta “¿Qué clase de americano eres?”.
Precisamente una de sus grandes cualidades es que tira en todo momento de una tensión, de una angustia capaz de acabar crispando, pues no concede tregua ni concesión alguna, apenas da opción a coger aliento. No es de extrañar, por tanto, y remitiéndome a mi propia impresión, que algunos espectadores puedan acabar extenuados. El clímax final contribuye a ello.
Tengo además que reconocer mientras se deslizan ante mí sus imágenes o alguna de sus ideas (tal vez la trama resulte sencilla, sin complicaciones, pero su sustrato es rico en nutrientes), a mi mente acuden clasicazos indiscutibles del género más o menos bélico y reporteril, como “Senderos de gloria”, “Apocalypse now”, “Bajo el fuego”, “El año que vivimos peligrosamente”, “Salvador”, “Las flores de Harrison”, “Hijos de los hombres” y muchos otros. Con el último citado comparte estructura, pues estamos ante otro nuevo y notorio exponente de “road movie”, o si prefieren, película de carretera, como lo es también la reciente producción española “Pájaros” en otro ámbito que nada tiene que ver.
Pero así es, transcurre por un itinerario físico y lo que ya no me atrevería es a manifestar rotundo que también moral, aunque en su trayecto se acabe elevando la figura de un cascado y veterano informador todavía en primera línea, un excelente Stephen Henderson, a la búsqueda de una presumible última entrevista del mismísimo presidente norteamericano. No me olvido del sabroso personaje de Kirsten Dunst (en menuda actriz se ha convertido), que entiendo acaba ganando en humanidad a lo largo del intenso periplo, algo patente en una trágica secuencia en los postreros compases.
El genial y cinéfilo Stephen King la ha descrito como de “ritmo fantástico, todo músculo y nada grasa”, y al igual que me sucede con mi admirado Reverte, no seré yo el que le enmiende plana alguna, más bien lo contrario, me reafirmo completamente en sus palabras.
Tras lo expuesto y ante tanta loa desplegada, he de precisar que no considero que sea la mejor película que he visto en lo que llevamos (cuatro meses) de este formidable 2024, pero sí que está con creces y méritos más que sobrados en el pelotón de cabeza. Y es que el nivel de estrenos ha alcanzado elevadísimas cotas que me provocan verdaderos dilemas en lo referido a mis favoritas.
Sí remarco que supone una propuesta concienzuda, espectacular, sobria dentro de su fiereza, violenta, inmersiva y preocupante por lo que plantea. Hablando con un buen amigo (no citaré su nombre por una mera cuestión de discreción), ejemplar miembro de la “canallesca”, coincidimos plenamente en una cosa. Y es que de producirse una conflagración en suelo USA, lo más probable es que tuviera lugar entre los propios lugareños tal como sucede en esta ficción, porque a ver quién es el valiente que se atreve a invadir al país más armado hasta los dientes del mundo.
En fin, ojalá que lo visto en pantalla se quede sin más en mera especulación o impactante fantasía generadora de desazón.