La maternidad no es fácil
Por José Luis Vázquez
Continúa el desembarco en el cine español del último lustro de jóvenes y talentosas cineastas. A la formidable Carla Simón de “Verano 1993”, la Celia Rico de “Viaje al cuarto de una madre”, la Pilar Palomino de “Las niñas” o la Clara Roquet de “Libertad”, entre otras, hay que sumar en este 2022 la brillante irrupción de Alauda Ruiz de Azúa. La añada, como bien pueden comprobar, es considerable. Y me dejo algunos nombres más, me he centrado en los nombres que considero más destacados.
En su debut la vizcaína propone un maduro y sincero retrato sobre el hecho de la maternidad, sin facilongas concesiones de cara a la galería. Ya no son tiempos de postizos o sacrificados ensalzamientos materno-filiales, sino de contar las cosas tal cual, mostrando las situaciones de manera más “descarnada”, a pie de obra, y teniendo en cuenta que la mujer sigue teniendo numerosos problemas con la conciliación (la realidad es la que es).
Pero la película no supone adoctrinamiento alguno sobre nada, lo matizo para quien pudiera sentirse disuadido por un cierto cine español que, a veces, por muchas razones que esgrima, dado el tono empleado puede resultar antipático -por supuesto, allá los prejuicios de cada menda- para todavía muchos espectadores alérgicos al mismo, lo cual les hace perder grandes películas que luego se descubren o reivindican tardíamente, aunque tal como reza el refrán, nunca lo es si la dicha acaba siendo buena. Véase el caso de la estupenda “La adopción” de Daniela Féjerman, por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza.
Y es que, entre sus numerosas virtudes, existe una muy a la vista que esgrime CINCO LOBITOS. Es la naturalidad con el que está narrado el proceso de ser madre… en varias vertientes, como tal e hija también. Se hace desde la naturalidad más absoluta, recurriendo a escenas de lo más corrientes y cotidianas. Su propia sencillez desarma y engancha a la vez, a mí al menos.
Al final para describir no solo los primeros esos primeros pasos ejercientes de la protagonista sino las interrelaciones con su propia progenitora. De ahí que despliegue un amplio abanico de matices, que van desde lo difícil que resulta lo anteriormente expuesto, conciliar trabajo con el cuidado del bebé, a lidiar con los traumas de sus padres, de su madre en particular o con los de la propia pareja. Esto le confiere a la historia una rica complejidad, sin que por ello deje de seguirse perfectamente, sin quebradero de cabeza alguna, tan solo el que pueda generar a quién no le guste ese tono naturalista aquí aplicado.
Son muchos los aspectos que toca acerca de lo que supone traer un niño al mundo, especialmente en lo tocante a la parte femenina de la cuestión (esas pinceladas de comparsas de los hombres se sustentan en una realida), antes y ahora todavía: renuncias, esfuerzos, agotamiento, dedicación, poder alternar lo profesional con lo personal, etc.
En resumidas cuentas, no deja de ser un retrato familiar en el que también hay aquí -como en aquella memorable película de Montxo Armendáriz- secretos del corazón que acaban saliendo a la superficie y determinando o teniendo su importancia en el presente.
Y aparte de la fluida batuta con la que Ruiz de Azúa resuelve todo ello, a su notabilísimo acabado final contribuye poderosamente un excelente cuarteto interpretativo, especialmente la dupla femenina, Laia Costa y Susi Sánchez, la coprotagonista de “La enfermedad del domingo” (no quiero olvidarme tampoco de ellos, Ramón Barea y Mikel Bustamente, visto recientemente en la espléndida “Maixabel”), justamente premiada ex aequo en el último Festival de Cine Español de Málaga, al igual que también obtuviera ésta producción el máximo galardón, la Biznaga de Oro como mejor película, y también el de guion. Una cosecha verdaderamente considerable.
No la dejen pasar, sobre todo en una época tan yerma de grandes estrenos.