Empoderamiento inteligente, divertido y top

Por José Luis Vázquez

El Séptimo de Caballería regresa de nuevo al rescate del CINE (se pierde la cuenta de las veces que ha sido así), en concreto al regreso, a la asistencia a las salas tras esa tormenta perfecta, esa DANA que supuso la coincidencia del covid con el auge de las plataformas. Claro, que su inveterado carácter social provoca que su desplome nunca vaya a ser fácil pese a estos últimos tiempos azarosos. Igual peco de un positivismo un tanto iluso… qué le vamos a hacer.  Sí, en cambio, veo posible que sufra algún tipo de reciclaje, pero ahí sigue aguantando. Y la vida fundamentalmente es eso… Carpe Diem, vivir el instante.

Desde luego el fenómeno Barbenheimer (Barbie + Oppenheimer) ha pulverizado récords este verano de 2023 y ha contribuido definitivamente a ese nuevo despegue… que ya comprobaremos si se prolonga en el tiempo, euforias mías aparte. La primera ya es la película más taquillera de la historia de la mítica Warner Bros, la productora de la eterna “Casablanca”, y la más recaudatoria dirigida por una mujer en solitario.

La susodicha en cuestión es una cineasta brillante, imaginativa, competente, sutil, inteligente, cualidades todas ellas aplicables a esta propuesta, que responde al nombre de Greta Gerwig. Así lo corroboran no sólo este, sino anteriores trabajos suyos como esa espléndida e instruida versión empoderada de “Mujercitas” o ese agudo retrato de la adolescencia y de las relaciones materno-filiales que es “Lady Bird”.

Y es que la cuestión no es tanto lo que se aborda, sino el cómo, y en esto la estadounidense está demostrando ser toda una maestra hasta la fecha (sirva como ejemplo la secuencia del pie de la protagonista). Veremos que nos sigue deparando en el futuro o si se le agota el talento, algo que no creo por los síntomas mostrados hasta ahora. De todas formas, conviene señalar que en el guion la ha acompañado su pareja, el apreciable director Noah Baumbach. Es de justicia destacarlo.

En cualquier caso, lo que ha hecho con la popularísima y célebre muñeca de Mattel supone todo un manual feminista llevado a cabo con gracia, destreza y verdadero ingenio, destinado principalmente a crías y jovencitas (y a ellos) que seguramente advertirán o comprenderán su empoderamiento en toda su magnitud. Y sin que apenas asome ni un ápice de dogmatismo o sectarismo, algo que a veces ha supuesto un lastre en otros proyectos de parecida intencionalidad.

Tira además de algo tan importante como el sentido del humor (ahí están “Ser o no ser” y “El gran dictador” para desenmascarar el nazismo o “Ninotchka” el comunismo soviet) en lo referido a su tono o registro general, lo cual no conlleva que sea necesariamente tronchante, ya que me refiero a la perspectiva con la que es planteada la cuestión de ser ellas mismas.

Al respecto, no se olvide que Kent no deja de ser un accesorio de Barbie y como tal acaba aquí retratado para los anales, en todas sus consecuencias. Da casi hasta penita.

Hablando de este personaje asociado a la diversión, es memorable la interpretación de Ryan Gosling, gran comediante (recuérdese la excelente y divertidísima “Dos buenos tipos” con Russell Crowe) como ese guaperas inmaculado superado por los acontecimientos, desnortado, confundido por su cambio de rol, desolado, incluso devastado.

Bueno, y luego está una de mis actrices referentes en el panorama actual, la maravillosa en todos los sentidos Margot Robbie. No cabe concebir, y más después de haberla visto embutida en su luminosa piel, a otra que no sea ella en el papel de este personaje aquí finalmente derivado en reivindicativo con todas sus consecuencias. Quien fuera una de mis debilidades desde que casi comenzara a asomar en pantalla con la deslumbrante “El lobo de Wall Street” con el tiempo no ha hecho sino ratificar, y hasta mejorar superlativamente, las expectativas puestas en ella.

No me extenderé en la banda sonora (por ahí pululan temazos de excelentes artistas como Dua Lipa, Lizzo, Karol G. o Mark Ronson) que adornan las salidas a escena de sus personajes, pero es obligado dejar constancia de su calidad ahí queda para los anales, así como sus “kitsch”, efectivos y molones números musicales, otro aliciente más para disfrutarla… al menos en lo que a mí respecta.

Llegado a este punto me planto en “sintetizar” e ir a las características más obvias de esta arrasadora producción en la que el color rosa supone toda una bandera o, mejor dicho, un banderín de enganche. Pero da para diseccionarla ampliamente, a base de bien, pues cuando al comienzo –y así lo subtitulo- destacaba su inteligencia, es porque está repleta de cantidades industriales de la misma. Entre otras, porque sin renunciar a la imaginería de este juguete, a esa Barbieland (Barbilandia) en su mejor tradición, no deja por ello de darle la vuelta al calcetín y servirse de la misma para soltar ese “manifiesto” con causa que suelta.

Eso sí, un último apunte para concluir. Para el cinéfilo mínimamente curtido, y para quien no lo sea también, destacar especialmente que su inicio es puro despiporre. Ese que hace alusión a “2001, una odisea del espacio” y el alborear de un nuevo tiempo, una nueva época. Pero a lo largo de su metraje hay más, bastantes más saludables homenajes cinéfilos, que van desde el obvio de “El padrino” hasta “El show de Truman”, “El mago de Oz”, “Grease”, “Tiempos modernos”, “El terror de las chicas”, “Un americano en París”, “Cantando bajo la lluvia” y un largo etcétera procedente de ese inabarcable y siempre renovado -sin perder por ello su fuste y raíz clásica- fuerte de ese Séptimo de Caballería con el que iniciaba esta reseña y al que este Menda Lerenda debe su pasión por esta adicción originariamente en celuloide. Igualmente se pueden rastrear algunas influencias foráneas a Hollywood, que van desde “Las zapatillas rojas” a “Las señoritas de Rochefort” y varias más… pues referentes y buen cine se pueden producir en cualquier parte del mundo.

Sin ser ni mucho menos lo mejor de 2023, todo un logro.