Memoria reciente y pavorosa desde el estrado
Por José Luis Vázquez
Ahora que se aproxima Halloween me reafirmo en una reflexión que vengo proclamando desde hace tiempo. No hay monstruo alguno de ficción, ni Drácula o el Hombre Lobo o el demonio más infernal, que pueda llegar a ser más terrible y salvaje que el propio ser humano. “Argentina, 1985”, historia del proceso llevado a cabo contra la cúpula de la dictatorial Junta Militar Argentina de Videla, Massera, Agosti y otra larga lista de secuaces (y conste es el término más suave que puedo utilizar) y pavorosas bestias, es un testimonio irrefutable de ello.
Es difícil, o al menos en mi caso lo es, no permanecer horrorizado ante los testimonios de algunas de sus víctimas, los cuales según se van paulatinamente desgranando, acaban definitivamente consiguiendo hacer verdadera mella. Declaraciones de todo tipo que muestran la barbarie y la crueldad de los de nuestra especie, y que pueden provocar perfectamente desde la ira al mayor de los llantos. Ejemplos inequívocos de hasta donde podemos llegar en la olimpiada del espanto y la crueldad.
Y que tienen su culminación con un monólogo final de Ricardo Darín que pone literalmente los pelos de punta, un nuevo alarde de un actor que es de lo más grande que se puede encontrar en una pantalla desde hace décadas. Acumula ya ingentes interpretaciones y producciones memorables: “El secreto de sus ojos” “El hijo de la novia”, “Nueve reinas”, “El mismo amor, la misma lluvia”, “Truman”, “Kamchatka” y un extensísimo etcétera.
Él, una serie de jóvenes (ese grupo, ese equipo de pipiolos que conforman en torno a Strassera es uno de los innumerables aciertos con el que se pueden aquí encontrar) y veteranos actores francamente admirables, una trama excelentemente urdida, algunos personajes de ejemplar complejidad (ese fiscal que clava Darín, diría que se mimetiza) y una dirección muy inteligente que combina con enorme maestría drama, tragedia y sentido del humor, muy importante éste último en el desarrollo de la historia, son los puntos fuertes de una producción que no sólo ha recibido el premio FIPRESCI de Venecia, el del Público en San Sebastián, la nominación como representada de Argentina para los Oscar, sino que bien puedo afirmar a estas alturas que se encuentra en toda la cúspide de lo mejor producido cinematográficamente en 2022.
Toda una lección de historia y un ejemplar biopic, ya que como tal puede ser catalogado también, que resulta difícil que deje indiferente. Y si hasta la fecha era mayoritariamente el cine norteamericano quien mantenía y sigue manteniendo el cetro del género de juicios, esta propuesta viene a sumarse a ese nutrido y modélico furgón de cabeza con el mayor de los méritos y las brillanteces. A la par, una modélica crónica sobre la constatación de hechos de una horripilante realidad.
Cine adulto en el mejor y menos pretencioso sentido del término. Inteligente, arriesgado, emotivo sin necesidad de golpes bajos, percutante, del que se graba en la memoria.
Por supuesto, también doloroso, que escuece y que tira del humor para restañar heridas de difícil o imposible cicatrización.