Mi terror favorito
Por José Luis Vázquez
Son varias mis películas de terror favoritas en su más amplia acepción (incluyendo vertientes como la del horror), desde “La parada de los monstruos” a “La semilla del diablo” o “El sexto sentido”, pasando por “Suspense” o “Psicosis”. Pero si me pusieran en el brete de elegir tan sólo una, esa sería “Al final de la escalera”, o si acaso la citada “Psicosis”.
¿Las razones principales? Una muy concreta, me ofrece a la enésima potencia el registro que más me apasiona del género, pavor el psicológico-atmosférico.
Ni una sola gota de sangre salpica la pantalla. Insinúa en vez de explicitar (al estilo Shyamalan), sugiere en vez de aturdir, asusta mostrando más bien poquito y los efectos especiales están reducidos a su mínima expresión: una pelotita rodando por unas escaleras, la tecla de un piano que de repente se pone a sonar sin que la toque nadie o una amenazadora silla de ruedas, son elementos suficientes para crear un clima verdaderamente aterrador, agobiante y de verdadero pánico.
La cámara subjetiva está magníficamente utilizada, despliega travellings por el interior de la mansión de lo más elegantes y desde el principio -ese impactante accidente de tráfico- hasta su impactante, está impecablemente filmada.
Súmenle un muy buen guion de progresiva tensión, una ambientación irreprochable, una fotografía efectiva y realista, una banda sonora de Rick Wilkins ya clásica en el género, unas atractivas localizaciones y un gran trío interpretativo (George "Patton" C. Scott, el veterano Melvyn Douglas y Trish Van Devere, a la sazón esposa de Scott en la vida real).
A lo expuesto, añádanle una secuencia tan fundacional y estimulante como la del espiritista, posteriormente copiada y repetida hasta la saciedad.
Sucesoras apreciables y rescatables de “The changeling”, pues este es su título original, son “The ring”, “Terror en Amityville”, “El orfanato” o “Poltergeist” entre otras muchas.
Con razón el cineasta español Alejandro Amenábar la venera. Como prueba fiscal ahí está su influencia en “Los otros”.
Su director, Peter Medak, jamás volvería a conseguir en el resto de su carrera, ni tan siquiera aproximarse remotamente, a lo aquí conseguido, una obra maestra de tan considerable calibre, fuste y repercusión.