Y tanto que me lo paso bien
Por José Luis Vázquez
Ya era hora de que por estos pagos se hiciera algo que no tuviera nada que envidiar a joyas del cine norteamericano del tipo o estilo de “Cuenta conmigo” o “Mi chica”, o de un refrito de estas y de otras varias más.
Me resultan adorables todos sus intérpretes, especialmente la preciosa y expresiva cría de ojos azules Renata Hermida Richards (encantadora también Karla Souza en su versión adulta). Mayores y jóvenes, me suenan a naturales, destilan frescura y naturalidad. En concreto, los niños del cine español me resultan cada vez más creíbles y soportables, aunque cierto es que en el pasado haya habido suficientes ejemplos notables, como toda la panda de “La gran familia”, la Ana Torrent de “El espíritu de la colmena” y “Cría cuervos” o la Icíar Bollaín de “El sur” y unos cuantos ejemplos más (los niños canoros fueron otra cosa, Marisol insufló alegría y color). Pero también los ha habido muy redichos, y esta vez no daré nombres para no ensombrecer este comentario.
Igualmente son estupendas las canciones versionadas de los Hombres G (uno de mis grupos españoles favoritos -decirlo en su momento podía suponer estigmatización, incluso ahora, pero ya ven lo que me importa- de juventud junto a Mecano, Los Secretos, Gabinete Caligari, Duncan Dhu o La Oreja de Van Gogh). Cobran otra dimensión tal como han sido aquí insertadas. Y en un comentario se aclara los orígenes punkis del grupo madrileño y que nada de pijo podían tener quienes precisamente los cuestionaban en la letra de una de sus canciones más populares… y si lo hubieran sido, ¿qué… mientras no se metieran con nadie? Conste en acta.
Por cierto, y -nunca mejor dicho- aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, destacar que aparte del talento propio esgrimido en su carrera por el líder de esa formación, David Summers, su padre fue y será siempre uno de los grandes genios del cine español, firmante de obras maestras como “Del rosa al amarillo”, “La niña de luto”, “Juguetes rotos”, “El juego de la oca”, “Adiós, cigüeña” o “Me hace falta un bigote”. Ya va siendo hora de que se haga justicia artística definitiva.
Muy buena y fluida es la dirección del también brillante guionista David Serrano, el de “El otro lado de la cama”. Precisamente emparenta con ésta al ofrecer cantables y bailes de la misma especie, de similares características… reconocerán al instante su sello. Están, además, coreografiados de manera entusiasta, sencilla, pero de lo más eficaz. Un modelo que vuelve a funcionar bastante bien.
Y he de destacar que consigue humedecerme los ojos en un par o tres de ocasiones, una en el final (y nada estoy desvelando, porque de nada informo, y no digo que tipo de humedecimiento… si de pena o alegría). En estos casos suelo recurrir a un término que suele hacer justicia al menos según mi criterio… es francamente bonita y muy agradable de contemplar.
Posee también otra cualidad (emociones aparte, fundamental siempre para mí este aspecto, porque según voy cumpliendo años tal como ha señalado Garci tengo cada vez más claro que el cine es emoción), una que con el paso de los años y pese a mi escepticismo ante la naturaleza humana, cada vez aprecio más. Y es la de la alegría. Aquí está contenida en dosis francamente generosas. Es una de las razones -y hay otras muchísimas- que hacen grandes a títulos ya míticos “Grease” o incluso a “Mamma mia” y centenares más. Despliega en varios de sus tramos abundantes inyecciones de jovialidad, buen rollo y esperanza, sin desdoro de un cierto tono agridulce y melancólico que le sienta la mar de bien.
Me ha encantado. Es de las que si tengo oportunidad repetiré varias veces a lo largo de mi cada vez más comprimida vida, pues el reloj del tiempo prosigue inexorable.