Jennifer, Jennifer, Jennifer (Lawrence)
Por José Luis Vázquez
El segundo largometraje del cineasta norteamericano Gene Stupnitsy, sigue la estela, el tono y el género de comedia juvenil de la que supusiera su ópera prima hace cuatro años (2019), la estimable “Chicos buenos”.
Es decir, despliega un considerable punto políticamente incorrecto de lo más saludable, es moderadamente divertida sin que ello conlleve que uno se tenga que partir a carcajadas, es dinámica y vuelve a evocar un espíritu ochentero pasado o actualizado por el filtro de la época en que vivimos.
Pero, especialmente, cuenta con una gran virtud que tiene nombre propio… Jennifer Lawrence. La estupenda actriz de Kentucky lleva ya un tiempo atravesando su esplendor en la hierba (interpretativo, físico, profesional), desde antes incluso que obtuviera un merecidísimo Oscar por “El lado bueno de las cosas”. Aquí no hace sino ratificar ese estado.
Se nos muestra desvergonzada, descaradilla, sin pelos en la lengua, nada remilgada, desinhibida y cuando llega el caso con oportunas dosis de ternura ¿Quién da más? Bueno, claro, Cate Blanchett, Meryl Streep, Diane Lane o Kate Winslet. Aunque ahí está ella, alcanzando a la cabeza del pelotón.
La premisa argumental -una mujer joven es contratada por unos padres para despertar sexualmente a su apocado y blandurrio hijo- le pone en bandeja el que se manifieste de las guisas anteriormente mencionadas.
Y es que “Sin malos rollos” constituye un soplo de aire fresco, una vuelta a ese mencionado cine de la década de los 80, sin esa pacatería y asfixia que ha estado aplatanando al género -salvo excepciones como la notable “Casi imposible”- en los últimos años. Curiosamente es una película moral, pero en ningún caso moralista, nada más lejos de ello, pues son dos cuestiones bien diferentes.
Pese a todo lo expuesto no constituye ni mucho menos un logro especial, tiene carencias, pero reitero, supone un revitalizante en el mortecino panorama actual. Y consigue incomodar, diría más, tal como creo haber leído a algún otro colega, logra enfrentarnos con nuestros propios prejuicios. De ahí, que las racionadas risas que pueda provocar sean a veces un tanto quedas o de implosión -disculpen la reiteración- interna.
De fondo, aborda cuestiones universales y otras referidas a este tiempo, desde la crisis económica hasta ciertos absurdos pudores. Y, desde luego, en una sociedad que se ha vuelto tan pacata y puritana agradezco que no adolezca de complejos y que, por ejemplo, nos obsequie con un desnudo integral.
Pero es que, además, se viene a sumar a la constatación de como una actriz, en permanente estado de gracia, es capaz de echarse ella sola la película a sus hombros y no solo salir indemne, sino dejar un muy buen sabor de boca. Algo que tiene todavía más mérito siendo consciente de que no nos encontramos ante una muestra ni mucho menos especial de lo que son estas típicas historias que tan felices nos hicieran a algunos en el pasado. Estoy pensando en el cine del maravilloso John Hughes, el de “La loca aventura del matrimonio”, “Todo en un día” o “El club de los cinco”. Otro estilillo, pero idénticas ganas de mostrar las inquietudes sin tapujos de los más jóvenes.
No esperen nada del otro jueves y déjense llevar por sus agradables imágenes y su buena actitud.