Cálida, confortable
Por José Luis Vázquez
El título de esta reseña es el que puedo perfectamente aplicar a la filmografía -muy breve todavía, este es su cuarto largometraje- de su director, el estadounidense Josh Boone, igualmente guionista y productor, de 46 años y natural de Virginia Beach.
Tan solo por sus dos primeros y excelentes trabajos, “Un invierno en la playa” y “Bajo la misma estrellas” ya se podría determinar lo que se puede ver en “A pesar de ti”. Una manera de hacer y contar las cuestiones del corazón, incluso las más desagradables, de una manera precisamente cálida, confortable, de esa que algunos consideran rociada con melaza y otros pensamos que es simple y sencilla emotividad, afectividad, loable sentimentalidad.
Puedo entender que este tipo de cine (léase esto con ironía) moleste a mis colegas por previsible, porque sus creadores no traten de ser rupturistas o por contar las cosas más ásperas sin necesidad de elevar la voz. En fin, allá cada cual respecto a sus criterios o posicionamiento. En mi caso lo que más valoro cuando me siento en una butaca de una sala de cine o en el sofá de casa, es que una película me enganche, me da exactamente igual que lo que me exponga se me haya contado mil veces o no sea original. Antepongo sobre todo que me tenga pendiente en todo momento, como es el caso.
Aquí se parte de una novela de una escritora superventas, Colleen Hover, la firmante de la que también derivaría en versión cinematográfica, con cierta polémica, “Rompiendo el círculo”, que no me parece nada mal.
Sus argumentos, habitualmente morrocotudos dramas familiares, suelen dar pie, como sucede con “A pesar de ti” a historias dolorosas, en las que se combinan con acierto tristezas y pasajes agradables, entremezclados con tensiones sexuales sugeridas, nada explícitas, en ámbitos preferentemente hogareños. Esta película es un ejemplo de ello.
Lo que más me gusta es lo bien facturada que está, sus finas hechuras formales, eso que siempre es lo que más valoro cuando me planto ante una obra artística, que esté bien contada.
Y es fácil que algunos confundan esta propuesta con una “TV movie” o película para televisión, pero nada más lejos de la realidad. Que pueda coincidir en temáticas recurrentes, ni mucho menos quiere decir que ello sea así, lo cual, por supuesto, tampoco sería un desdoro. De todas formas, las lindes entre ambas manifestaciones son estrechísimas, como se puede comprobar con las magníficas series con las que se han podido disfrutar desde siempre, especialmente en los últimos años. Además, es una escisión que nunca he entendido… gusta algo o no gusta, esa es la única que yo hago, el resto me parece mera anécdota de embalaje utilizado.
Lo que está claro es que para un relato coral de estas características que comienza con esa preciosa canción que es “When You Were Young” (“Cuando eras joven”) del grupo de rock estadounidense The Killers, que supone toda una declaración de intenciones por los ecos que llevan al pasado de sus protagonistas adultos y por el romance juvenil y despertar sexual de la pareja más joven, resulta fundamental un buen reparto.
Pues bien, tanto los adultos que conforman, tal que una distinguida Alison Williams (“M3GAN”, “Déjame salir”, serie “Girls”), Scott Eastwood (hijo del grandísimo Clint), Dave Franco o Willa Fitzgerald, como los más adolescentes -mayores de edad quienes lo encarnan- Mason Thames (foco referencial en el notabilísimo díptico terrorífico “Black Phone”, en cartelera actualmente la segunda entrega, merece la pena) y, especialmente, la muy atractiva Mckenna Grace (19 añitos tan solo y un recorrido profesional ya considerable, desde la versión infantil de Margot Robbie en “Yo, Tonya” o cría también en la preciosa “Un don excepcional” hasta su aparición en la formidable serie de terror “La maldición de Hill House”), están francamente estupendos, creíbles, enérgicos, dominando la escena y un diseño de producción que contribuye a ese buen acabado que muestra.
Lástima que el personaje del abuelo, Clancy Brown, resulte tan episódico, porque transmite en los dos minutos que sale bastante chicha.
Y sí, es una historia afligida, pero también esperanzadora sobre eso siempre vigente acerca de que la vida continúa por muchas contrariedades con las que se presente.
Me genera buen rollo, advierto el esmero de quienes la han fabricado, creo que es una producción de las que no pasan de moda, de las que, seguro que permanecerán y, lo más importante, me deja buen sabor de boca. Puede que ello no cotice en bolsa y que casi nadie la vaya a recordar en el futuro, pero le agradezco sinceramente que, sin ser nada del otro mundo (ni falta que hace), me haya hecho pasar dos horas acogedoras refugiado en una ficción que no deja de tener reflejos de la propia realidad.