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Enviado por Ramón Vidal el
Imagen de la película "Viaje al paraíso"
Ramón Vidal
Viaje al paraíso (Ticket to Paradise)

El cine como agradecible evasión

Por José Luis Vázquez

Salir de una sala de cine con una sonrisilla de oreja a oreja, ¿no es ese uno de los grandes objetivos del Séptimo Arte? Aparte, claro, de servir de reflexión, evasión, análisis y cuantas cosas más quieran. Pero salir con ese rictus, me parece un empeño y resultado de lo más admirable. Esto es lo que ha conseguido miles de veces transmitirme la comedia romántica norteamericana de cualquier época, especialmente la clásica. Y qué curioso, títulos ahora indiscutibles como “La fiera de mi niña” o “¡Qué bello es vivir!” fueron incomprendidos y maltratados en su momento. Al menos, qué afortunadas y justas gracietas, desquites o volteretas se reserva también a veces la vida.

El caso es que esto es lo que me sucede con la discretamente encantadora y simpática “Viaje al paraíso”, a la cual no estoy ni remotamente comparando con las dos obras maestras anteriormente citadas, pero, por otra parte, ni falta que hace, pues como se dice por tierras manchegas “ca una es ca una”.

Curiosamente leyendo a posteriori reseñas de colegas de profesión, me detengo en una en concreto por una simple razón, porque me siento plenamente identificado con lo que en ella dice Fausto Fernández (Fotogramas). Les adjunto a continuación algunos extractos, que suscribo como si fueran míos: “Es deliciosamente anticuada (los dos jóvenes casaderos que generan el conflicto lo son) a ese respecto como las mejores comedias románticas lo son… Deliciosamente tontos (que diría el Juan de Orduña de una camp comedia, sí, y romántica también, con parejita a la greña y ambientación caribeña) son Julia Roberts y George Clooney, el alma de una película deliciosamente intrascendente y adorablemente previsible. Viéndoles “odiarse” y perpetrándose jugarretas como los Katharine Hepburn y Cary Grant de “Historias de Filadelfia” a ritmo de diálogos y réplicas muy bien escritas, apostando por la comicidad física y el slapstick e incluso algún inesperado pero bienvenido instante de reflexión calmada y amarga sobre el fracaso de la convivencia en común y el fin del amor (esa conversación confesión que sitúa al film de Parker muy cerca de otro de Stanley Donen como “Dos en la carretera”)… Su director no arriesga nada y juega sobre seguro. Todo parece cambiar para que todo siga igual. En el fondo puede que eso nos guste.”

Pero ojito, el que haga vocación de lo anteriormente expuesto, no quita para que este tipo de género haga reflexiones sobre nosotros mismos como se deja patente en lo expuesto, sobre la condición humana, a veces mucho más profundas que el mejor tratado filosófico, pues en tantísimas ocasiones detrás se encuentran brillantísimos guionistas (aquí resulta eficaz el texto del propio director y de Daniel Pipski). En esta ocasión añado y destaco, aparte de esa conversación confesión citada por Fausto Fernández, otras dos entre una madre y una hija y un padre y la mejor amiga de su hija.

Y, sobre todo, como viene siendo norma en este tipo  de proyectos made in USA, tres aspectos sobresalen y funcionan a las mil maravillas: la dirección, en este caso de lo más funcional por parte de Ol Parker (recuerden el firmante de los libretos y encantadoras, alegres, bonitas y refrescantes producciones como “Rosas rojas”, “Ahora y siempre” y  “Mamma mia: Una y otra vez”, más los textos de la francamente agradable “El exótico hotel Marigold” y su secuela, “El nuevo hotel Marigold”); el irresistible carisma, talento, glamour y belleza de sus protagonistas (George Clooney y Julia Roberts vuelven a estar espléndidos, les sienta fenomenal la madurez -61 años él, 54 ella- y se muestran de lo más relajados y a gusto -aunque ya saben que el cine engaña- ella con su cautivadora sonrisa y él con su indudable empaque) y, algo también fundamental, unos característicos de los más molones y resultones (quisiera destacar al prometido enamorado de ella y a la citada amiga de la hija, Lucas Bravo -la serie “Emily en París” y Billie Lourd). Ah, claro, y esta vez unos paisajes de los que se ponen ojitos.

Si les van este tipo de propuestas, yo que ustedes no me la perdería, de hecho, he sido reincidente. Y más en este momento que tenemos encima una crisis galopante y que el mundo no pinta nada bien. No es ninguna maravilla, puede que no figure en la lista final de los mejores estrenos del año, no supone ningún logro especial y no va a cambiar el estado de las cosas, pero si por dos horas se abstraen y esbozan esa sonrisilla aludida al principio, creo que no está nada mal. Y puede que tiran de ella, de volver a verla, en días plomizos… o no, cada cual tiene la última palabra.

 

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