Por José Luis Vázquez
Una buena, simpática, evocadora, divertida y sin duda entretenida comedia policiaca. En la mejor tradición de las magistrales “Un cadáver a los postres” y “Puñales por la espalda”, pero dejando claro que no llega a la elevada altura de ambas.
Cuenta con el apreciable, atractivísimo telón de fondo entre bambalinas (o bastidores, si lo prefieren) de la mítica representación de “La ratonera” en el Londres de principios de los 50. Concretamente su representación número 100.
Se beneficia de un reparto espléndido y de una dupla protagonista, Sam Rockwell y Saoirse Ronan, verdaderamente soberbia. En concreto, es un gustazo asistir al contraste de caracteres entre ambos, el primero, verdaderamente fabuloso (es un actorazo tremendo) como el cachazudo inspector Stoppard; la segunda, que ni mucho menos le va a la zaga, como la precipitada e inexperta “alguacila” Stalker, aparentemente apocada, pero que se va revelando de lo más voluntariosa, tesonera y finalmente eficaz.
Por supuesto, en este y en otros juegos actorales de su coral reparto (ver por los escenarios al gran y por entonces incipiente Richard Attenborough no tiene desperdicio alguno, y sí, el mismo intérprete de la formidable “El estrangulador de Rillington Place” o el memorable director de ese prodigio titulado “Tierras de penumbra”), estriba uno de sus mayores encantos, pero también lo poseen la recreación ambiental, esa trama que hace honor a la referencial escritora británica y ese sentido de lo paródico que no cae en la brocha gorda.
Pero tal vez lo que más me gusta es la ligereza con la que fluye, sin estridencias, también tal vez sin atisbo de verdadero genio, pero con la seguridad y el agradable oficio que ofrece una producción estadounidense de inequívoco e irónico, fino también, espíritu británico.
Su director, Tom George, con alguna incursión en series televisivas (“This country” y “Defending the guilty”), debuta para la gran pantalla, y muestra indudable destreza, exhibiendo una buena utilización de la pantalla partida. No pretende ir de nada sino ponerse humilde y eficazmente al servicio de una historia que ofrece numerosos alicientes, especialmente quien se considere, como es mi caso, afecto a este tipo de argumentos o asuntos.
Tanto su inicio como su desenlace resultan de lo más plausibles. Y si no acaba de ser exprimido todo su jugo, no parpadeo al afirmar que muestra un reconstituyente, discreto y encantador divertimento, precisamente hoy en día, dado cierto cine actual y el tiempo que atravesamos, más agradecible que nunca.
Recomendable en un do menor tirando a mayor. Y desde luego de las que no me defraudan, al menos no a mí.
