Empoderamiento africano con tono aventurero
Por José Luis Vázquez
Coinciden en la cartelera dos producciones estadounidenses, la distópica y marveliana “Black Panther: Wakanda forever” y la supuestamente historicista -inspirada en las amazonas de Dahomey, ubicadas en la actual Benín- “La mujer rey”, que se caracterizan por ser narraciones africanas, de tono epopéyico y con un fuerte componente empoderado.
La segunda de ellas trata de ir en varias direcciones (aventurera, reivindicativa, testimonial, dramática) sin acabar de definirse en ninguna de ellas, lo cual no es un requisito que haya considerado jamás necesariamente fundamental para disfrutar de una película, incluso a veces todo lo contrario, pero que, en ocasiones, no es menos cierto que puede resultar una rémora, la cual por no muy importante o determinante que pueda resultar sí puede acabar limitando, como en este caso, el alcance o resultado final.
No menos claro tengo que tal vez uno de los principales motivos de que esta empresa no alcance ese punto redondo o de ebullición, es una dirección de Gina Prynce-Bitherwood que, desde una siempre agradecible funcionalidad se acaba mostrando un tanto plana y no acaba de ofrecer algunos de esos destellos que la destaquen o la conviertan en medianamente singular.
Lo que veo es, sin duda, francamente atractivo, vistoso, pero en ningún momento alcanza la excelencia o siquiera la notabilidad en su puesta en escena. No bostezo en ningún momento, lo cual eso siempre es en sí mismo un logro, y más con una propuesta de estos mimbres con los que antaño se hiciera soñar a tanta chavalería con aquellos clasicazos hollywoodienses, eso sí, carentes de este espíritu progresista (las minorías eran “desconsideradas” y a veces afloraba el tufillo colonialista todavía propio del momento o debido al material literario -artísticamente espléndido tantas veces, he de reconocerlo- del partían (ahí están “Trader horn” o “Las minas del rey Salomón” o “”, pues la magnífica “Mogambo” presentaba otro tratamiento considerado y de lo más plausible).
Lo que más resalta, como en su coetánea anteriormente citada -esa Pantera Negra traducida al español-, es un poderoso retrato de mujeres, de actrices afroamericanas (con lo cual se cubre también el apartado de minorías étnicas) encabezadas para la ocasión por una siempre consistente y enérgica Viola Davis en un papel que acumula suficientes desgarros o jirones trágicos, la jefa de milicia femenina Nanisca.
A su lado, entre otras, una emergente Lashana Lynch (Nawi), que le da adecuada réplica y estela. También asoma algún actor masculino con el que el gran público puede estar familiarizado, como John Boyega (el rey de la función), el popular FN-2187/Finn de la última trilogía “Star wars” entre otros reconocibles papeles.
Apartados como el de dirección artística (diseño de producción que se dice hoy en día), fotografía, potente banda sonora de lógico carácter étnico) o colorido vestuario contribuyen a su respetable acabado, aunque no logre que me provoque la emoción deseada desde su inicio.
De las que se dejan ver sin mayores inconvenientes, con un bonito mensaje de sororidad o hermandad femenina. Y, a tono con los tiempos, políticamente correcta, pero sin que chirríe ese revisionismo de tiempos pretéritos que muchas veces resulta una lata. Aunque todo se acabe reduciendo a que el entretenimiento funcione, vaya cargado con la carga social o reflexiva que sea.