Más que aceptable combinación de ligereza e inquietud
Por José Luis Vázquez
En origen esto fue un cortometraje (de 2021, justo tras la pandemia, un dato que bien pudiera resultar significativo para advertir que la especie no ha tomado nota ni nunca la tomará salvo cataclismo apocalíptico, pues somos como somos), después pasaría a ser obra de teatro y ahora se ha convertido en un largometraje deudor de esos orígenes, escenario único y respetuoso con las tres unidades aristotélicas (unidad, tiempo y acción).
Pero como ha pasado tantas veces a lo largo de la historia, ello en vez de constituir un lastre o una rémora, gracias aquí a la habilidad y destreza puramente cinematográfica de su autor primigenio y continuador tras las cámaras y en las tablas, Santiago Requejo, acaba revirtiendo en virtud.
Un Requejo que se apoya en un guion propio que tira de eficaz mordacidad, cierta inventiva y agudeza a la hora de describir a sus agitados personajes, tópicos si quieren, sí, pero de lo más identificables.
Un buen y compacto grupo de intérpretes españoles, desde los veteranos Tito Valverde o Gonzalo de Castro hasta los más jóvenes Clara Lago y Christian Checa, pasando por la veterana Charo Reina, le otorgan frescura y oxígeno a tan desenvuelto texto. Varios de estos actores ya habían participado en el mencionado y anterior cortometraje que ha servido de base a este proyecto ya en formato de largometraje. Es el caso de Raúl Fernández, Neus Sanz, Christian Checa o Charo Reina.
Por cierto, el inicial se titulaba “Votamos”, que respecto al aquí ligerísimamente variado a “Votemos” resulta de lo más esclarecedor, pues el primero apela a la forma del indicativo presente en la primera persona del plural que se utilizar para expresar acciones reales y concretas. El segundo alude a la forma del subjuntivo, también primera persona del plural, que en este caso viene a referirse a la acción citada, pero en una situación hipotética, de deseos, dudas… Un pequeño matiz creo que de lo más oportuno y a tener en cuenta, pues los diferentes tiempos verbales pueden resultar un tanto aclaratorios. Anda que no es fundamental la precisión del lenguaje en la propia vida.
La agilidad tanto narrativa como argumental le acaban por conferir un empaque y una diversión crítica de lo más estimulante en estos tiempos tan yermos para la risa o sonrisa con intención, carga de profundidad o diversas inquietudes sociales. No se crean que esto es fácil, y si no, prueben a hacerlo.
Y es que nada mejor que una reunión de vecinos para que afloren las tirrias, miserias, abyecciones, también generosidades de la propia especie, de la condición humana… que eso es lo que siempre está por encima en cualquier aspecto de la vida se posicione cada cual donde se posicione.
No hace falta que al final de año vaya a figurar en los listados de los mejores estrenos, que por otra parte no lo es, pero cuánto agradezco siempre este cine sin aparentes pretensiones, pero con chicha, ligero y que entra tan bien como un fino cuchillo untando mantequilla.
Igual a alguien se le puede venir a la cabeza, aunque no sea ni mucho menos lo mismo, la estupenda -y esta sí redonda- “Perfectos desconocidos” de Álex de la Iglesia. Lo digo fundamentalmente porque ambas participan de un mismo género, el de comedia un tanto negruzca, también el de tragicomedia, que tantos buenos momentos ha reportado a nuestro cine.
De paso, como quien sí quiere la cosa, toca un asunto de extrema actualidad, la salud mental, abordándolo con habilidad y agudeza. Requejo viene a decir que estamos en un mundo, en realidad seguro que siempre ha sido así, verdaderamente tronado… y a veces las líneas son difusas, muy difusas entre los así diagnosticados y los aparentemente “normales”.
Y no es que sea para volverse loco, pero ofrece el suficiente ingenio e interés para mantener la atención durante sus 88 minutos que pasan rápido y no ya por el hecho de su brevedad.
Además, todo es bastante reconocible, creíble, al menos para quien haya asistido en alguna ocasión a una de estas juntas vecinales.