Viviendo es gerundio y declaración vital
Por José Luis Vázquez
Esta producción británica constituye un “remake” de un clásico incontestable del cine japonés, del cine en general, fechado en 1955 y titulado en el original “Ikiru” (traducida como “Vivir”), con la firma del maestro Akira Kurosawa, que se encontraba en aquel momento en pleno fervor creativo. La rodó ni más ni menos que entre esos dos monumentos indispensables de su filmografía y de cualquier otro, tan distintos, tan -¿por qué no?- complementarios, que son “El idiota” y “Los siete samuráis”.
Y claro, quienes nos dedicamos de una manera relativamente más o menos “profesional” a comentar, reseñar o glosar en medios las películas, nos solemos poner muy puretas, y no tener en cuenta ya no sólo los años transcurridos desde entonces respecto a muchas de este tipo de propuestas, sino que los de hoy en día son otro tipo de espectadores que en ocasiones nada tienen que ver con los de antaño (de hecho, ahí está la fracción de los jóvenes con los clásicos, algo que podría ser subsanable en el futuro), de ahí a veces que no resulte tan disparatado darles un nuevo barniz. Viene esto a cuento por el cuestionamiento llevado a cabo también por tantos colegas por haber traído a colación mediante nueva versión o lavado de cara historias, como ésta, felizmente vetusta y siempre tan vigente a la vez.
Que en el fondo bien resulta en muchos aspectos una fotocopia, con el añadido del color, los avances formales técnicos y la ubicación en territorio inglés, del justamente célebre antecedente nipón de hace casi setenta años. Pues bien, no voy a entrar en ese juego de la validez o no de estos proyectos, sino en los resultados. Pondré dos ejemplos suficientemente ilustrativos que demuestran que respecto a esto de los “remakes” todo depende, según. No me gustó lo que hizo Gus Van Sant (eso sí que era un corta y pega en toda regla con la única excepción de una única, obvia y absurda escena de onanismo) y me parece fabuloso lo que ha hecho recientemente el genial Spielberg con “West side story”, que es como la maravillosa antigua y que no por ello deja de ser renovadora.
Sin llegar remotamente a los enormes logros de esta última, es un poco lo que se ha hecho con esta nueva acometida. Respeta el espíritu de su referente y los momentos álgidos, incluyendo correspondiente y referencial escena de columpio -toda una seña de identidad- y cancioncilla adaptada al ambiente anglosajón, pero a la vez muestra algunos signos de propio cuño, como ese carácter retro tan vistoso y atractivo a la vista y un contexto que le viene como un guante al carácter de su protagonista.
Para ello tira de un ritmo pausado, incluso ceremonioso (ya sucedía también en su antecesora) para mostrarnos un profundo retrato en el mejor sentido del término de seres humanos, de uno particular, de vida grisácea y rutinaria. Y ello le sirve para acabar elevando esto a una oda a la esperanza, trufada eso sí de su oportuna carga de tristeza. Un sensible canto a la vida, a tener en cuenta lo efímero de nuestras existencias, de nuestro paso por este mundo. Por otra parte, no deja de ser un callado, quedo si quieren, sereno y discreto grito humanista.
Para ello se vuelve a servir de la novela que inspirase a ese título de los cincuenta, obra del también japonés Kazuo Ishiguro, el de la exquisita “Lo que queda del día”, responsable igualmente del guion junto a Kurosawa.
Y se sirve de algo también fundamental para lograr su apreciable resultado. De un reparto de actores de primerísima división, uno de esos solidísimos que casi siempre son norma en el cine de las Islas. Con un, como siempre portentoso Billy Nighy (“La librería”, “Una cuestión de tiempo”, “Su mejor historia”), a la cabeza. Vuelve a dar toda una lección de gestos apenas imperceptibles, de meticulosidad, de rigor, de elocuentes silencios, de contención. Un verdadero disfrute, como lo es una producción que sin constituir ningún logro especial supone un notable empeño que homenajea con respeto, amor, calidez, atractivo y criterio.
PD: Disculpen tantas referencias a su antecesora, pues posiblemente sean muchos los espectadores actuales a los que a lo mejor no interese (harían mal, pues me refiero a una obra maestra como la catedral de Burgos), pero aparte de ser de justicia e incluso (in)formativo, creo que en este caso procedía del todo dicha referencia.