Inmensos San Juan, Etxeandía, Casas, todo el reparto
Por José Luis Vázquez
Adaptación cinematográfica -bastante libre, aunque en estas cuestiones no suelo entrar- de la exitosa obra teatral de José Luis Alonso de Santos titulada originalmente “La cena de los generales”, escrita en 1998, pero estrenada diez años más tarde, en 2008. Con Sancho Gracia en el papel de Genaro.
Tal como me hago eco en el subtítulo de esta reseña, los protagonistas, todo su elenco actoral, es lo verdaderamente mollar de esta película. Sin duda alguna, su aspecto más destacable.
Y es que rayan a enorme altura tanto Alberto San Juan (siempre un seguro en sí mismo) como el meticuloso maestro/maître conductor de ese Palace que se tiene que vestir de gala para preparar una cena para Franco y sus generales; Mario Casas como el teniente franquista preocupado por la intendencia y que todo llegue a buen puerto; Asier Etxeandía como un despiadado jefe de Tercio de la Falange, sin olvidarme de Elvira Mínguez como una cocinera anarquista o el resto del reparto, incluyendo una episódica y tremenda aparición del inevitable -como otrora los grandiosos Landa o López Vázquez- Antonio Resines.
Todos ellos dirigidos con solvencia más que contrastada por un especialista en la comedia, sobre todo durante la década de los noventa, Manuel Gómez Pereira (66 años). En aquel período firmó el que para mí es su mejor trabajo hasta la fecha, “El amor perjudica seriamente la salud”. De hecho, este proyecto ha supuesto el reencuentro con dos de sus tres guionistas de entonces, Joaquín Oristrell y Yolanda García Serrano (con ella ya coincidiera en su anterior película, el fallido “Un funeral de locos”, de hecho, este siglo XXI no le estaba siendo precisamente muy atinado en lo estrictamente artístico) con los cuales realizaría lo más granado de su carrera, pues aparte del ya citado ahí quedan como respetables aportaciones títulos como “Todos los hombres sois iguales” o “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?”.
Por supuesto, Gómez Pereira no llega a la altura de los grandes genios del género de nuestro cine, pero siempre ha mostrado dotes innatas en este terreno para sacarle punta y partido a escenas e intérpretes por esa facilidad suya para entremezclar registros tonales, en este caso la tragicomedia de gran arraigo por estos lares, como demostraran en el pasado Ferreri o Berlanga.
En Berlanga escarba sus raíces esta delirante historia muy bien ambientada en un Ritz de recientísima posguerra, que sirve de perfecto marco para una historia que en determinados momentos cae en lo grotesco, en otras en lo burdo (la parodia de Franco no acaba de alcanzar el punto), que tal vez no consiga apurar todas sus posibilidades, pero que es entretenida en todo momento, francamente divertida en algunos de sus pasajes, logradamente grotesca también en otros y negruzca/satírica en sus intenciones de carácter simpáticamente vodevilesco. Desde luego, nada como el humor para encarar las fauces menos agradables de nuestra especie (y del acervo hispano). Así lo demostrarían a lo grandísimo el Ernst Lubitsch de “Ser o no ser” y “Ninotchka”, el Charles Chaplin de “El gran dictador” o el Billy Wilder de “Uno, dos, tres·. “Total na”.
Aparte, en la escritura previa y en su guion, se pueden detectar un juego de máscaras en sus dos protagonistas que acabarán cayendo por el peso de los acontecimientos. Esto me resulta francamente interesante.
Como colofón, una última escena tal vez innecesaria, pues el instante previo que no pienso descubrir, pero que tiene que ver con una huida, creo que hubiera sido mucho más acertado para haberla finalizado ahí.
Por último destacarles que a fecha de 30 de noviembre de 2025, a falta por tanto de tan solo un mes para la finalización del año, es el tercer estreno español de mayor recaudación en taquilla, más de tres millones y medio de euros cosechados y 600.000 espectadores la han visto. No está nada mal este saldo momentáneo. Desde luego ha mostrado méritos suficientes para hacerse acreedor al mismo.